Hace varias semanas que tenía
estas palabras pendientes. Dicen que “más vale que nunca”, ¿no? A diferencia de
mis anteriores lecturas de “Historia Secreta…” este año me tardé un poco más debido
al torbellino simpático que originan el trabajo y el estudio. Como sea, mi
lectura nunca se detuvo ni quedó olvidada. Imposible. ¿El libro a comentar esta
vez? El tan esperado “Historia Secreta de Chile 3”.
Recuerdo que cuando escribí mi
comentario sobre la segunda parte de esta trilogía, también en este espacio,
expresé mi inquietud de querer leer sobre aquellos y aquellas que no son ni han
sido visibilizados en nuestra historia nacional, por diferentes motivos.
Agradezco que esto se haya visto reflejado en el tercer libro. Me quedo con una
sensación distinta a la que viví con los dos anteriores y no es algo malo, sino
todo lo contrario. Aquí se les da un espacio a esos luchadores, trabajadores y
mujeres increíbles, inolvidables, que tanta falta hace reconocer en Chile. En esta ocasión no pretendo hacer un “spoiler
literario” ni tampoco detallar cada capítulo, pues la idea es que quienes no
han llegado a este libro puedan hacerlo también.
No es primera vez que lo afirmo
ni tampoco soy la primera en hacerlo, pero no está de más recordarlo: si hay
algo claro y que algunos no soportan asumir es que la historia que nos han
querido contar a nosotr@s como pueblo chileno es aquella que está narrada desde
la mirada de los triunfadores, particularmente personificada en el hombre
blanco, heterosexual y de situación económica acomodada. Una historia
manipulada desde el privilegio y que pretende mantenermos lejos de los
cuestionamientos y de esos/as grandes personajes que no se adaptan a la imagen
que nos quieren entregar.
Ya al momento de comenzar a
contar sobre algunos capítulos, Baradit da el puntapié inicial con un relato
estremecedor titulado “La tragedia más grande de nuestra historia”, el cual
cuenta sobre un episodio que yo, al menos, nunca leí en uno de esos libros de
la historia “oficial” que nos enseñaron por tantos años. Se trata del incendio
de la Iglesia de La Compañía, una desgracia de grandes proporciones y que, al
igual que tantos hechos vividos en Chile, pareciera haber quedado silenciado hasta
ahora. 8 de diciembre de 1863: se daba paso a la celebración de la Asunción de
la Virgen y el fin del mes de María. La mayoría de las asistentes a la
ceremonia fueron en gran parte mujeres de todas las clases sociales. Cabe
destacar la reflexión que refleja una realidad clarísima: hoy ser mujer no es
fácil, pero ha sido así desde siempre. Se hace hincapié en la influencia que la
Iglesia tenía en las mujeres de esos tiempos, moviendo sus hilos e imponiendo
la imagen de la Virgen como un ejemplo de virtud. Asimismo, se menciona también que era el
hombre quien otorgaba validez a la mujer, a través de su cruel sentido de
pertenencia y dominio. Pensar que algunos en la actualidad aún lo creen así
resulta ser estremecedor.
Por otra parte, un nuevo episodio
nos cuenta sobre otra mujer de la que no se sabe demasiado tampoco. Recuerdo
que hay un libro dedicado a ella y también en un canal chileno se hizo una
teleserie rescatando su imagen. Sin embargo, queda claro que aun así, no
conocemos su desenlace. Se trata de Carmen Marín, una joven que en determinada
época (1857) causó más que revuelo debido a una “enfermedad”, la cual consistía
en lo siguiente: resulta que el diablo se le había metido en el cuerpo y esto
se manifestaba mediante crisis consideradas como posesiones. Curioso, ¿no? Fue
ella, por lo tanto, quien enfrentó a dos fuerzas que incluso hasta nuestros
días, increíblemente, parecen ser irreconciliables: las creencias religiosas
v/s la ciencia. Yo, por lo menos, considero que ese partido disputado entre ambas
ideas no ha terminado. Así, médicos y sacerdotes discutían sobre métodos de
sanación para esta joven de origen y andar precarios, con toda una historia de
abandono y violencia detrás. Asimismo, hay un diagnóstico que me quedó dando
vueltas, con el que llegaron a evaluar a Carmen: “un simple caso de histeria”.
Y es que pareciera que esa imagen de la mujer histérica es el calificativo más
cómodo y atribuible, por el hecho de ser mujer y ya. Un capítulo que da para
pensar y que encierra todo un misterio que solo en los últimos años se ha hecho
un poco más presente.
Y ustedes, ¿sabían que en Isla de
Pascua hubo una revolución dirigida por una vidente? Así se titula también uno
de los relatos que más llamó mi atención desde un punto de vista trascendental:
se muestra la imagen de una mujer isleña luchadora y toda una líder, María
Angata, y la de todo un pueblo oprimido que carga toda una historia que debería
ser más que conocida por quienes somos “los del continente”.
No deja de ser rescatable el
hecho de que, en medio de una sociedad tan machista, María Angata haya sido la
voz que lideró a una comunidad entera, a su gente.
Duele y sorprende a la vez,
además, ver que en medio del relato, desde Perú llegaron inicialmente en un
barco a invadir y a destruir la isla. Lo que vendría años después es algo que
también retrata los abusos hacia los isleños e isleñas, quienes fueron víctimas
de distintos tipos de maltratos durante tanto tiempo. Fue en medio de dicho panorama
que, entonces, María se alzó y dirigió a su gente, llevando en esta revolución
el imaginario polinésico y también, el cristiano. Dios le había hablado y,
junto con eso, se venían otros tiempos de organización y liberación. ¿Y qué
pasó después? Quienes ya han leído el libro lo saben y los /as que no, sabrán
descubrirlo. Antes de concluir con la mención de estos hechos y de esta mujer,
me siguen dando vuelta las tristes preguntas que de seguro, también se hicieron
tantos en su momento. ¿Y qué pasó con el Estado Chileno?, ¿por qué postergaron
tanto a Isla de Pascua y cómo fueron capaces de permitir aquellas vejaciones?
Son solamente algunas de las interrogantes que me hacen afirmar que, a pesar
del paso del tiempo y de la historia, Chile no ha valorado como corresponde a
sus pueblos originarios y es sabido que con eso no me refiero únicamente a los
Rapanui. Es más, entiendo que hasta hoy los isleños mantengan cierto aire de
recelo frente a nosotros, “los del continente”.
Cambiando de capítulo, aquí viene
uno de los más importantes para mí: “¿Quién era Gabriela Mistral?” Hablando
desde lo personal, tengo que decir que desde niña la Gabriela ha tenido una
gran importancia para mí. Conocí más de su vida y obra gracias a mi madrina
Raquel (“Quelita”), quien fue una profesora increíble y gran lectora y que hace
ya dos años que emprendió su vuelo al universo. Por eso, también, creo que este
capítulo me conectó con algo más íntimo y sensible. Mientras lo leía, me sentía
acompañada por mi madrina. Estoy más que
agradecida de Jorge Baradit al rescatar la imagen y el valor de una de las
grandes de nuestra historia chilena tal como fue y es.
Es cierto que aquella “historia
oficial” durante muchos años nos quiso mostrar una imagen inventada de nuestra
Mistral. Eso era más cómodo para los que mueven los hilos poderosos, ¿verdad? Desde
nuestra infancia nos quisieron hacer creer que la Gabriela era esa viejita de
las rondas infantiles, esa que estaba regida por aquel sentimiento únicamente
maternal y abnegado. Sin embargo, la realidad era otra y para el poder esta era
verdaderamente incómoda. La Gabriela fue una de las grandes feministas de su
época, luchó por la aún tan anhelada equidad de género, visibilizando la
desigualdad e injusticia que históricamente hemos vivido las mujeres. Alzó su
voz y sus letras a favor de una educación no solo para todos, sino también para
todas. Junto con eso, reflejó la realidad e hizo suya la lucha y los dolores de
los grupos más oprimidos y silenciados.
Coincido con las palabras del
autor cuando plantea que la Gabriela era todo aquello que para Chile es
detestable: una mujer de convicciones fuertes, feminista, lesbiana, luchadora,
inteligente, de voz y letras rebeldes y de mirada crítica con respecto al
poder. Si esto ya en nuestros días, lamentablemente, es molesto y espantoso
para muchos, es cierto que en su época la situación era peor.
Si hay algo que es verdad es que
este país fue muy ingrato y cruel con nuestra Gabriela, por eso este capítulo
del libro viene a mostrar ese valor que todo el pueblo chileno debería saber
reconocer. Afortunadamente, junto con este episodio también hay quienes desde
sus roles en la actualidad buscan mantener vivo el legado de Gabriela y de
rescatar su vida y obra tal como han sido, sin las artimañas poderosas que por
tanto tiempo la mantuvieron oculta. Sé que hoy mi madrina estaría muy contenta
y tengo claro que ella hubiese comentado conmigo este relato muy entusiasmada.
Por eso y más, no puedo callar la importancia que para mí significa.
Sé que podría continuar
comentando sobre más personajes y capítulos, pero esta vez quise destacar solo
a algunos o, más específicamente, a algunas. Y es que tan difícil ha resultado
leer a mujeres durante nuestra historia, que yo también me siento en la
necesidad de darles un espacio aquí. Sin embargo, no me olvido de varios
episodios que Baradit sabe rescatar también en este tercer libro de la llamada “Historia
Secreta…” Entre las páginas de esta tercera parte, además podemos encontrarnos
con varios personajes necesarios y que tienen mucho que contar, como es el caso
de aquellos esclavos africanos que pelearon por la Independencia de Chile,
desconocidos héroes antárticos y, junto a ellos, un relato que cierra mostrándonos
y recordando que, aunque los grandes poderes quieran negarlo y desentenderse,
Chile ha sido un verdadero cementerio de obreros.
Como Bonus Track: “El cráneo de
Carrera” es otro capítulo que de seguro va a sorprender y no va a dejar
indiferente a la gente lectora, en especial a la fanaticada carrerista. Lo dejo
ahí.
Ya para finalizar, no puedo dejar
de destacar a la canción con la que se introduce esta tercera parte de “Historia
Secreta…”: la letra de “El baile de los que sobran” de Los Prisioneros. Un tema
que me recuerda a los estudiantes que, por más que quise, como profe no pude salvar
(porque, finalmente, tampoco soy una heroína, pero eso es otra cosa), canción
que hasta hoy, nos guste o no, sigue retratando nuestra realidad nacional, al
igual que la serie de narraciones y personajes que se pueden descubrir en esta
nueva lectura.
Recuerdo que el mes pasado fui a
la Librería Antártica del Costanera Center, una tarde que Jorge Baradit estaría
firmando libros. No llevé los tres, sino solamente el último, pues no sabía si
resistiría tanto tiempo entre tanta gente. (Para los lectores que no saben,
sufro de una fobia que me impide estar mucho rato entre multitudes y espacios
donde circulan muchas personas. Es algo que estoy tratando con una terapia y
que, por suerte, estoy superando.) Finalmente, conocí al autor de esta
inolvidable trilogía, a quien también destaco por su disposición para compartir
con sus lectores y por el tiempo entregado. Cuando llegó mi turno, le dije que
me sentía feliz de saber que mi viaje desde Melipilla hasta allá había valido
la pena y, con eso, sosteniendo la emoción en la garganta le expresé: “Gracias
por contar la historia de “los sin historia” “y ya, al final, le comenté que una
vez leído el libro, escribiría sobre él en mi blog. Así lo hice, aunque haya
tardado un poco más que con los anteriores. Y aunque ya la trilogía está
conformada y los colores de la bandera nacional ocuparon cada portada de sus
libros, sé que no soy la única que siente que siempre quedarán historias
secretas para compartir y desafiar a esos que no soportan que las sepamos ni
que toquemos la fragilidad de sus héroes pseudointachables.