En primer lugar, quiero comenzar
aclarando que no soy de las personas que critica a los(as) docentes sin tener
idea de lo que significa este trabajo: soy profesora y con decepción escribo
estas palabras.
Sabemos el impacto que desde hace
tiempo generan las redes sociales y todo lo que en ella podemos compartir. Hoy
quiero contar una situación para hacerla visible, por más vergüenza ajena que
me cause. Hace poco vi que una colega compartió una imagen en un grupo de
Facebook para profesores(as). Esta mostraba una clasificación de los distintos
tipos de violencia machista que existen, por ejemplo: física, psicológica,
sexual, económica y simbólica. ¿Dónde está la sorpresa, si deberíamos tener más
que claro que estas manifestaciones violentas sí existen? Vi a docentes que,
afortunadamente, tienen claro lo que significa e implica la violencia de
género. Sin embargo, me encontré con comentarios de otros que me hicieron
perder la esperanza en nuestra profesión. Pude leer a profesores minimizando e
incluso negando la problemática e incluso a algunos burlarse. Lo más penoso fue
ver a profesoras (sí, mujeres) siendo parte de aquellos que invisibilizan
situaciones como estas.
Evidentemente, no expondré todos
los comentarios emitidos, pero daré algunos ejemplos para que mis lectores y
lectoras se hagan una idea de esto. Una profesora expuso que “tanto el machismo
como el feminismo son un absurdo.” ¿Perdón? ¿Qué idea de feminismo estamos
sosteniendo para tratarla como “un absurdo”, colegas? Por otra parte, docentes
diciendo despectivamente que “Todo es machismo”. Si estamos regidos(as) por un
sistema patriarcal, es más que obvio, aunque parece que no todos lo entienden.
Asimismo, yo no pude quedar indiferente y también expresé mi opinión,
planteando lo lamentable que es que personas así se dediquen a educar, no sean
capaces de ver la existencia de esta violencia machista y que, además, NO TENGAN IDEA de violencia de género.
Un colega se sintió aludido y me respondió (sin ser apelado ni mencionado,
claramente), que él no desconoce la violencia y que incluso ha enfrentado a
hombres abusadores. Un típico ejemplo del hombre que, por más que lo niegue,
necesita decir algo e intentar justificarse para quedar bien, pero le resulta
peor. ¿Acaso los hombres que asumen la existencia del machismo y cuestionan sus
privilegios ahora quieren una medalla, agradecimientos y que los aplaudan?
Cuando le hice ver que, en realidad (por más que lo negara), se sintió señalado
y quería reconocimiento por su “heroico” actuar, no hizo más que empeorar. Me
comentó que él es padre de una niña y “le está enseñando el tipo de hombre que
debe elegir”. Sin embargo, un rato después expresó que “el problema son las
feminazis”. ¿Qué tipo de educación se le puede dar a una niña predicando y
practicando en una contradicción tan grande? No sé si se puede esperar que algo
bueno surja desde esa formación, pero ojalá algún día esa niña pueda sacar sus
propias conclusiones.
A propósito, quiero compartir una experiencia que viví hace un par de
meses. Fui a un control y cuando el médico recordó que soy profesora me dijo:
“La felicito, porque usted tiene un gran poder”. Me pareció tan noble, sobre
todo, en una sociedad como la nuestra en la que constantemente los
profesionales de otras áreas se sienten con el derecho de menospreciar nuestra
labor como si la conocieran. Sin embargo, hoy por unos segundos me puse desde la
otra vereda. Muchos se creen con el derecho a decir: “La culpa de que la
educación esté tan mal es de los profesores” o “cualquiera puede ser profesor
en Chile”. Ahora, por un rato, al leer tanto comentario ignorante de algunos
colegas con respecto a la violencia de género, yo también llegué a sentirlo y,
créanme, me dolió hasta llegar a la vergüenza ajena. ¿Cómo pretendemos formar una
sociedad mejor y más equitativa, desconociendo conceptos tan básicos? ¿Diciendo
que el machismo y el feminismo son lo mismo? Es esencial que, sobre todo en
la actualidad, podamos transmitir nuestro conocimiento de la mejor manera a
nuestros estudiantes en torno a estas temáticas. El problema es que,
tristemente, hay docentes que no tienen idea de esto y, sin embargo, sueltan
sus juicios erróneos sin pensar que estos pueden ser aprendidos por quienes
educamos.
Somos profesores y profesoras,
recordemos que tenemos una gran responsabilidad y “un gran poder” como me dijo
aquel médico. No podemos desaprovecharlo. Si desconocemos un tema tan
importante es necesario educarse al respecto. No hace falta ser un gran
especialista, pero sí tener claro lo fundamental para poder pararnos dignamente
frente a nuestros cursos y no mentirles. Ahora, si ni siquiera existe la
voluntad ni intención de aprender, al menos que esas personas que se hacen
llamar “docentes” se limiten a pasar los contenidos de su especialidad, pero
sepan callar para no causar daño al hablar desde su desconocimiento. La violencia de género existe y es una
realidad a la que no podemos estar ajenos. Por favor, colegas, no le demos
más motivos a la sociedad para que sigan menospreciando nuestra profesión, que
ya está lo suficientemente desvalorizada.