Las semanas continúan avanzando,
así como también lo hace el pueblo chileno y sus convicciones al momento de
luchar por una serie de demandas que hasta hoy permanecen vigentes, pese al
reciente acuerdo que vislumbra la idea de una futura Nueva Constitución. Sin
embargo, todavía se siente en las calles que la represión ha sido el camino más
cruel y cobarde dirigido desde el gobierno como una vía de escape.
Pensar que todo este movimiento
social ha ido mucho más allá de nuestras fronteras, pareciera que el mensaje no
podría ser más visible, pero esa constante negación de los poderosos que se han
aferrado a su ambición ha resultado ser tan violenta que ya es imposible
silenciarlo. Se nota que la idea de ceder es lo que más les duele y les
atemoriza. Por lo visto, al verse ante un panorama que los haga “perder” sienten
el clamor de la gente como una amenaza.
Estamos a días de cumplir un mes
desde el inicio de esta revolución. También desde que Chile volvió a vivir un
toque de queda y, sobre todo, desde que los uniformados han dado rienda suelta
a sus armas, causando muertes, torturas y una cantidad masiva de ojos mutilados
hacia quienes han participado en manifestaciones, incluso hay personas que ni
siquiera han estado en ellas y, aun así, son parte del doloroso listado de
quienes han recibido perdigones a destajo. ¿Acaso hay alguien que podría
justificar una brutalidad como esta?
Duele, llena de rabia y de
angustia andar por la calle, sea o no en una manifestación, y no saber si
regresarás con ambos ojos íntegros, de cuerpo entero y con vida. Como un claro
ejemplo, tenemos el caso del joven Gustavo Gatica, quien perdió sus ojos por
una de las tantas aberraciones cometidas por carabineros y que, a la vez, y
según sus propias palabras, los regaló para que la gente despierte. Y aquí
estamos, despiertas y despiertos como no lo imaginan, con la fuerza y la
indignación elevadas y ardiendo, como el nombre de cada persona muerta,
torturada y de ojos mutilados por el Estado de Chile, a pesar de los anuncios y
calmantes que han estado aplicando.
Aquí seguimos, aunque intenten
decir y creer lo contrario. No habrá olvido ni vuelta atrás y, por lo tanto, es
evidente que quienes realmente no han querido ver la realidad de un pueblo
están de parte del opresor.
Romina Anahí