Mi curiosidad es poderosa, así que le dije que vería de qué
se trataba. Sin embargo, esa noche el sueño me dio un golpe bajo. Al menos,
miré rápidamente qué era y, al día siguiente, cumplí mi promesa: en medio del
silencio, comencé a ver la película que él me había mandado en ese enlace. ¿Su
nombre? “La chica literaria”.
No pretendo hacer una reseña ni menos una crítica de lo que
es esta película en sí. No es mi estilo. Simplemente, quiero compartir algunas
apreciaciones, ciertas sensaciones que se quedaron en mí durante y después de
aquella trama. Perdón si caigo en las divagaciones, trataré de no hacerlo,
aunque, a veces, es inevitable.
Hace tiempo que no me perdía en el mundo del animé. Esta
vez, dentro de todo lo que pasó, aproveché de retroceder a mis días más
juveniles, más lejanos, en los que la creatividad y las letras aún no eran para
mí “el camino que iba a elegir y en el que me quedaría”. Esta vez, esto se
mezcló con el presente. Sensaciones extrañamente especiales.
Hace tiempo, ya lo dije. Hace tiempo no veía una
película entrelazada a uno de mis más estremecedores, incondicionales y eternos
amores: la literatura. La trama, desde un comienzo, gira en torno al joven
Konoha y a Touko, la llamada “chica literaria” en medio de este relato. Ambos,
avanzan unidos en medio de un lazo que se sostiene en un particular secreto, en
distintas vivencias y en la literatura misma. Cada uno desde su rol, ya sea desde la
lectura o la creación, se desenvuelven en medio de un espacio, evidentemente,
no exento de conflictos. (Ya dije que no profundizaré en la historia, no es lo
que busco. Quien vio la película, entenderá. Quien no, sabrá decidir si lo
hace. En ese último caso, espero que la opción sea un “sí”)
Personalmente, creo que la historia sabe presentar muy bien
el tema de la intertextualidad, haciendo constante referencia a obras
literarias y a autores que influyen en las vidas de los personajes. Del mismo
modo, bien se presenta ese límite entre lo intertextual y el plagio, arrojando
a la trama a un antagónico que toma forma en una imagen femenina: el personaje
de una escribidora. Sí, lo redacté bien: una “escribidora” que conoce bien el
manejo de ciertas “malas artes” como la manipulación y que en el pasado tuvo
una relación con el ya mencionado Konoha, el personaje que representa,
principalmente, la voz creadora y el proceso que vivimos quienes nos
dedicamos a trabajar con las letras.
“¿Por qué estoy escribiendo otra vez?” es una interrogante
que no se presenta solamente en un único momento. Si tengo que hablar desde mí,
también me pregunté lo mismo en más de una ocasión. Actualmente, creo que ya ni
siquiera me lo pregunto, simplemente, libero las palabras. No importa cómo.
Es difícil declarar algo como esto, siento que, de pronto,
voy a desnudarme de manera repentina ante ti, lector que llegaste hasta aquí.
No sé si es eso lo que quieres, precisamente. Es verdad, ante el mundo,
acostumbro a caminar con mi rol de mujer fuerte, inquebrantable e incluso “ruda”
como me han llamado algunos. Sin embargo, hubo un momento en la película desde
el que, inevitablemente, no pude dejar de llorar. Konoha declara ante su
antiguo amor el motivo que lo llevó a darle vida a su primera novela. Yo, al
mismo tiempo, me trasladé al pasado y recordé al amor más intenso y
estremecedor de mi vida, ese que ya no está, pero que también, en su momento,
me hizo escribir (en mi caso) mi segunda novela. Y aclaro (siento que necesito hacerlo)
que no lloré porque lo ame o lo extrañe, pero sí asumo que es fuerte regresar
al pasado y ver reflejadas las emociones y experiencias propias desde otra
vereda. Sin embargo, luego de recordar a este tormentoso (des)amor, sentí la
necesidad de darle a alguien en especial un abrazo cálido y apretado que
todavía no consigo concretar, aunque no se trata de un acto imposible.
En fin, creo que “La chica literaria” es necesaria, sobre
todo, para quienes nos dedicamos al intenso y constante trabajo de escribir. Desde
lo íntimo, pude verme con las emociones compartidas entre los personajes de
Touko y Konoha. Ella, desde su particular manera de relacionarse con los
libros, junto a esa dosis de misterio (esencial en una “chica literaria”),
búsqueda y determinación. Él, desde la mirada creadora, desde cierta culpa
innecesaria y la creatividad creciente e imparable, a pesar de los golpes que
dan ciertos hechos que no saben caer en la indiferencia.
Finalmente, esa tarde, después de llorar, pensar y querer
abrazar sin poder hacerlo en ese instante, escribí en Twitter: “Cuando el animé
y la literatura se juntan, la unión puede ser hermosa.” En este momento, sigo
pensando lo mismo.
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