“(…) Trasladándome de
sitio, desenterrando todo mi interior.
Escucho las sirenas en
el mar, me guían para poder alcanzar
la otra orilla.”
(Alejandro Varela)
Me enteré por las redes sociales
(No por la prensa. ¡Jeje!) Ok, aquí voy de nuevo. Digamos que aún dudo de mi
decisión, si realmente es una buena idea compartir estas palabras, pero creo
que me servirá, precisamente, para compartir un trocito de mí, ese que está
cerrado como un témpano. ¿Lo bonito de esto? Saber que el témpano comienza a
derretirse.
Como iba contando, me enteré por
las redes sociales: viernes en la noche, panorama en Melipilla. Lo que para
muchos puede ser una decisión simple y sin darle mayor vuelta, para mí resultó
ser un desafío. ¿Por qué? Hace algunos días, en otra de mis publicaciones
blogueras, escribí todas aquellas cosas y hechos que me dan alegría y le dan
sentido a mi andar. Entre todas esas palabras, recuerdo que mencioné algo
especial y que, después de años, pude entender: durante años Melipilla no fue
más que una comuna - dormitorio para mí. Mi vida era la capital. Allí dejé la
amistad entrañable, la euforia, el amor, el desamor, las caricias que hoy son
ausencia, los recuerdos etílicos y las resacas que hoy dan risa. “Allí aprendí
a quitar con piel el frío”, como diría Silvio. Allí, en Santiago, encontré un
espacio para que mis letras, al fin, fueran leídas y escuchadas. Esta es la
parte del relato en la que le encuentro razón a los lectores, si dicen y
piensan: “Eeeeella, la santiaguina”. Si es así, lo comparto y hasta me reiré
también. El tema es que no todo va por ahí, precisamente.
Después de darme más vueltas que
un pollo asado, como diría una prima muy querida, finalmente, me decidí. Allá
fui: sola. A diferencia del resto que ya tiene un “círculo social” estable y
que apaña en todas. Como sea, yo quería ser parte de eso. Me contaron que se
trataba de un lugar muy bonito. Además, tendría la siempre tan necesaria
música.
Luego de llegar al bonito
espacio, empecé a observar a quienes me rodeaban, tal como Roberto Bolaño lo
narró en alguno de sus cuentos: mirar a los demás, mientras el miedo se mueve
en el interior, deteniéndome. Todos los presentes con sus grupos de amigos. Yo,
desafiando la inseguridad. Me di cuenta de que conocía a varios, pero no
conocía a ninguno. El ambiente estaba amigable, el problema era yo. Con el
pasar de los minutos, me encontré con personas bacanísimas. Uno de ellos me contó
que había leído mi blog y me alegré. Después, vamos saludando gente y así. A
pasos de distancia de mí, dos muchachos singulares hablaban. Yo los conozco de
vista, no sé si ellos a mí. Bien, uno es mucho
más singular que el otro. Conversaban de política, historia y cosas así, pero
lo último que yo hubiese hecho ahí: intervenir. ¡No! Si hay algo que siempre me
han criticado es que soy “poco amistosa, poco sociable” y así. Yo diría que es
temor o timidez (esa que se va lejos cuando estoy en un escenario) Sin embargo,
no es de mala onda. Lo aclaro.
“El miedo te paraliza” me dijo
aquella genial joven que cada cierto tiempo se dedica a escucharme por 45
minutos. Tiene razón. Además, la próxima vez que la vea quiero contarle que he
hecho actividades distintas, que he empezado a salir de mi zona de “confort”
(no del coludido, se entiende) Como soy narradora, la próxima vez que la vea
quiero que mi relato sea interesante.
De pronto, escuché que dos tipos
dijeron el nombre del melipillano que, actualmente, tiene mi corazón alborotado.
(Qué manera de escribir hue… ya, sigamos, Romi) El muchacho en cuestión no
estaba en el evento y rogué que no apareciera. Si lo hacía, seguro que yo
entraría en pánico. Digamos que no estoy en edad para esas tonteras, pero llega
el momento en el que las emociones son una caja de sorpresas.
Di un giro y me encontré con el
saludo y el abrazo cariñoso de ella. En ese instante, mi sensación fue de
calma, de Paz, como su nombre. En medio de una confesión inevitable, le conté
mi situación: de lo extraño que me resultaba estar en un evento nocturno en
Melipilla, sola, y de lo difícil que ha
sido hallarme en medio de tanta gente. De asumir que la amistad y la
celebración se quedaron en Santiago, pero que al decidir quedarme aquí, hay que
dar el paso y cambiar la realidad. Me sentí mejor, hasta empecé a sentirme acompañada
y contenta. Sí, me sentí. El témpano quería derretirse y el ambiente cálido lo
lograría.
Una vez que Jano Varela empezó a
cantar, yo también hice lo mismo desde mi ubicación. El miedo había pasado. Ya terminadas la música y la
actuación, vi cómo la gente volvía a agruparse con sus amigos. Yo, pese a eso,
salí contenta y más calmada. Todavía pienso si es buena idea compartir algo tan
personal con mis lectores. No quiero autodiagnosticarme, aunque intuyo de qué
se trata. Esto sí tiene salida y yo empiezo a verla y a palparla.
Gente bonita, lo que para muchos
es un acto tan cotidiano como salir, divertirse y compartir con amistades de la
misma comuna, lo que para muchos es algo tan fácil de planear, lo que para
muchos no es más que estar en un espacio lleno de personas… para otros, no. No
es tan simple de abordar. “Y llegué a sentirme forastera dentro de mi propia
tierra”. Sí, eso pasó y no me di cuenta antes. No, yo soy de aquí, mis raíces
lo son y yo decidí quedarme.
No es mi intención inspirar
lástima ni emociones por el estilo. Simplemente, algo especial en los latidos
me mueve a contar esto. Algo así como experimentar una desnudez literaria y, en
un acto de valentía, mostrar al mundo esa fotografía. No soy la mujer que
escribe y que es conocida por su trabajo aquí. No soy de las que se rodea de
mucha gente y que es tan sociable y chispeante que da gusto mirarla. Eso queda
en el escenario. No soy de las que inician conversaciones y se acerca
amistosamente a los demás. No por insoportable ni arisca, es solo el temor. Un
temor que me vistió de una coraza hecha
de témpano y que me encerró. ¿Lo que me alegra? El témpano empieza a derretirse
y, aunque cueste en un comienzo, creo que ya di el primer paso. Ya nos veremos
en otra ocasión y quiero creer que será aún mejor.
“…With a little help from my friends…”
(The Beatles)