Llegó un nuevo 8 de marzo y,
junto a él, nos encontramos con el Día Internacional de la Mujer. Una fecha especial,
sin duda alguna, y que no es
exclusivamente una “celebración” como algunos plantean, sino que la raíz
surge de la lucha de muchas mujeres que hoy no están y que dejaron un gran
legado.
Quiero expresar algunas ideas en
torno a este tema y que me gustaría compartir. Siento que este día puede
regalarnos muchas cosas: detalles, gestos y reflexiones sobre lo que hoy somos.
En años anteriores (y también ahora), he visto que las redes sociales se
repletan de saludos, canciones y dulces dedicatorias para nosotras. No voy a
decir que esto me molesta. Sin embargo, no puedo evitar pensar: “Ahora tenemos
esto, pero, ¿qué pasa durante el resto del año?”
A modo personal, creo que el
significado de este día va mucho más allá. Agradezco las muestras de cariño
típicas y me hacen feliz, pero veo que todo aquello es fugaz. Al día siguiente,
seguimos inmersas en una realidad que nos violenta: desde el poder hasta lo
cotidiano. (De acuerdo, si en esta parte del texto hay personas que comienzan a
cuestionarme, sé muy bien que también hay hombres que son víctimas de violencia
desde distintos planos, pero aclaremos que ahora el tema es otro)
El otro día me enteré de que en
mi comuna un grupito de políticos tuvo una idea singular: hacer un show dedicado al público femenino,
precisamente, para “celebrar el Día de la Mujer”. ¿Cómo? Destacando la imagen y
presentación de unos strippers masculinos.
Aquí me detengo. No pretendo dármelas de conservadora ni amargada. No voy a
lanzar la primera piedra (¡Eso jamás!) No estoy en contra de estos
espectáculos. Sin embargo, en este caso, sí me encuentro en desacuerdo porque
creo que la fecha no es la acertada. Es más, me molesta la visión que estos
políticos tienen de nosotras. ¿Por qué en vez dar migajas no se dedican a hacer
cambios realmente significativos desde el rol y el poder que ejercen?... ¿Por
qué será? (En realidad, creo que la respuesta la sabemos)
Seré honesta. Yo quiero mucho más
que un “Feliz Día” y no lo digo por capricho, sino por justicia. Quiero caminar
tranquila por la calle sin sentirme atemorizada ante posibles agresiones
físicas y/o verbales y no quiero, por nada del mundo, que sigan culpándonos
porque, según algunos: “las mujeres somos responsables del acoso por provocar
con nuestra forma de vestir…” y suma y sigue con comentarios sin empatía ni
respeto.
Quiero cumplir algún día el sueño que comparto
con mi hermana: viajar juntas sin sentir que vamos “solas” y sin pensar que eso
podría terminar con un cruel desenlace como ocurrió con las turistas
argentinas. Quiero que quienes serán madres no sufran violencia obstétrica y
que las que ya lo son no sean apuntadas con el dedo por amamantar a sus hijos en público.
Quiero poder decidir sobre mi
cuerpo y mi historia, sin que el Estado ni la Iglesia emitan juicios desde sus roles,
simplemente, porque NO LES CORRESPONDE. Y, por favor, no me involucren
discursillos que incluyan dioses, obras literarias religiosas y demases. (Aquí,
seguramente, me gano la bronca de algunos, pero hay que decirlo con claridad. Yo lo
prefiero así, al menos. Sin anestesia ni antifaces)
Quiero que se derrumbe la idea de
que el feminismo es el equivalente al machismo. Increíblemente, en la
actualidad, hay gente que todavía lo piensa. Quiero más que una rosa, una
tarjeta o una invitación… porque no bastan y no cambian nada. Ya dije que doy
gracias por los gestos amables, pero la realidad es otra.
Quiero sentir la esperanza de que
mujeres y hombres vamos luchando juntos y que aún es tiempo. Nuestro tiempo.
Por las que se fueron, por las que estamos y por las que vendrán.
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