Si hay algo más que sabido es que
nunca vamos a darle en el gusto a todo el mundo. Esto último lo he aprendido
aún más claramente, desde que comencé a trabajar con las palabras. Y si de
palabras y narraciones hablamos, hay alguien que sabe esto muy bien: me refiero
al autor del libro que hoy comentaré.
Voy a volver a lo que he dicho en
otras ocasiones y que para algunos puede ser una majadería: no soy parte de ese
grupo de insoportables que se hacen llamar “críticos literarios” y que desde su
pedestal destruyen a sus compañeros escritores cada vez que pueden. No soy esa
clase de basura y lo recuerdo siempre, en caso de que lleguen lectores
nuevos(as) hasta este espacio.
Ok, sigamos. Aunque el libro que
hoy me lleva a escribir fue publicado hace meses, no podría terminar el año sin
contar cómo fue para mí esta lectura. Se trata de “Historia Secreta de Chile
2”. Personalmente, puedo decir que soy lectora de Jorge Baradit desde antes de
que causara tanto revuelvo con sus dos libros de “Historia Secreta de Chile”.
Recuerdo que supe de él y su obra en un taller literario en el que participé en
Balmaceda Arte Joven. El profe que impartía el taller (hoy amigo y colega
escritor) nos habló de la novela “Synco”. Me acuerdo que desde esa ocasión me
llamó la atención esa propuesta de unir uno de los episodios más cruentos de
nuestra historia nacional con la ciencia ficción. Después vino “Lluscuma” y
así.
Mis disculpas si me disperso,
pero en el caso puntual de los dos libros correspondientes a “Historia
Secreta…” hay mucho que comentar. Y es que la temática y los personajes
tratados en ambas obras traspasan las páginas y la lectura. Se trata de
acontecimientos que son parte de nuestro relato como país, pero que pocos se
han atrevido a poner sobre la mesa. ¿Y por qué tanto alboroto ante la
afirmación de que, efectivamente, existe una historia de Chile que no se narra
abiertamente? Cuando Baradit publicó estos libros, distintos personajes de
nuestro presente salieron a expresar su bronca, entre ellos, historiadores. Según
mi percepción (me hago cargo de ella), se trata de ese sentimiento que surge
cuando sientes que tu pedestal privilegiado se ve ¿“amenazado”? Me imagino,
porque, al menos yo, nunca me he sentido posesionada desde un rol así. ¿Tanto
podría molestarles a esos intelectuales
que aquel relato desconocido de nuestra historia se masificara entre muchos
lectores y lectoras? Pareciera que sí, pues se nota que sintieron que este
escritor se estaba metiendo en un territorio que “no le correspondía”,
seguramente. Y no. La bronca a Baradit no se detuvo aquí, ya que ciertos
exponentes del pensamiento conservador de Chile no soportaron ver la imagen de
sus “héroes” tan expuesta. Los mismos que reventarían al escuchar que nuestra
Alameda en Santiago debería llevar el nombre de José de San Martín y Matorras
en lugar de Bernardo O’ Higgins. ¡No, olvídenlo! Para ellos sería un atentado a
su espíritu nacionalista.
Son varios los relatos que
aparecen en “Historia de Chile 2” y sé que si me detuviera a comentar cada uno,
este escrito se extendería más todavía. Voy a referirme a algunos. Así, de
paso, quienes aún no han leído el libro podrán encontrarse con más sorpresas.
Quiero partir con un episodio que
tuve la oportunidad de conocer más profundamente en mi época universitaria en
el Pedagógico. Se trata de la Masacre del Seguro Obrero, un acontecimiento que
en nuestra historia ha pasado desapercibido muchas veces. Asumo que yo no tenía
idea de esto y recién supe de dicha masacre en una clase de Literatura Chilena,
mientras el profesor nos hablaba de la obra del escritor Carlos Droguett. Fue
gracias a algunos libros de este narrador, quien también fue amigo y compañero
de algunos jóvenes asesinados, que pude acceder a más información. Tanto llegó
a marcarme la obra de Droguett y el hecho de la masacre, que decidí hacer mi
tesis sobre esto, para optar a mi título de profesora de Castellano el año 2014.
Sentí que rescatar la literatura de Droguett y el episodio del Seguro Obrero se
convertía en una necesidad histórico – literaria y para mí se volvió una misión que estuve
dispuesta a asumir. Nótese que no comparto la ideología que llevó a estos muchachos a realizar un intento golpista que terminó con la mayoría de ellos
asesinados. Ellos no eran “nazis”, sino nacistas, pertenecientes al
Movimiento Nacional Socialista de Chile y, efectivamente, se inspiraron en el
nazismo alemán desde ideas como el concepto de lo nacional o de la economía,
por ejemplo, pero también discrepaban en lo correspondiente a lo racial. De
todos modos, comparto mi impacto al saber que en 1938 hubo una masacre dirigida
a un grupo de jóvenes que durante mucho tiempo permaneció en silencio, si
hablamos desde la historia que nos han enseñado institucionalmente. Cuando yo
era escolar jamás vi en un libro de Historia que se hablara de este hecho.
Algunos años más tarde, en otro libro de Historia que tenía mi hermana menor,
encontré un par de párrafos breves que mencionaba lo ocurrido. Parece mentira que lo que, en ese entonces, era
el Seguro Obrero, lugar que quedó lleno de sangre, muertes y bestialidades, hoy
sea el actual edificio del Ministerio de Justicia. Las veces que he pasado por
ahí, la sensación es estremecedora.
Otro aspecto que quiero rescatar
se encuentra en dos capítulos diferentes, pero que tienen importantes puntos en
común: niños, cerros, sacrificios. Se trata de épocas y culturas diferentes,
pero los hilos conductores son similares. En un capítulo se menciona el
sacrificio de un niño en 1960 en Puerto Saavedra. ¿El motivo? Entregarlo como
ofrenda a sus dioses para que el cataclismo que estaba remeciendo al pueblo se
detuviera. Según la machi que llevó a cabo esto, cuenta el relato “para un gran
mal se emplea un remedio muy grande” y sacrificar un animal, en este caso, era
muy poca cosa. Por otra parte, se presenta la historia de otro niño, esta vez,
en el contexto incaico. Fue el elegido para algo… importante. Otra vez, la
imagen de una infancia que se vuelve todo un simbolismo. Otra vez, los
sacrificios y el significado que tenían para estas culturas. ¿Y qué importancia
tienen estos hechos para nosotros en la actualidad? Esa reflexión queda en cada lector.
Podría seguir escribiendo sobre
cada capítulo leído, pero entiendo que esto se extendería aún más. Podría
contarles acerca de las brutalidades que se cometieron en contra de los selk’
nam, a través de la existencia de zoológicos humanos. ¿Y por qué la historia
oficial no nos muestra esto? ¿Qué creen ustedes?
También podría recordarles algo
que ya considero sabido y que me recuerda mis días de universitaria. Con algo
de vergüenza puedo decir que solo en ese entonces supe que Pinochet no fue el
líder del golpe de estado de 1973, ya que en el colegio jamás me lo dijeron (Y
eso que tuve a dos profesores de Historia admirables)
Sin embargo, no puedo concluir este escrito sin detenerme en un capítulo desgarrador. Se trata de “La niña de
Portales” y es uno de los que más se quedó en mi memoria. En medio de varios
relatos donde predomina la presencia de hombres, este capítulo deja una huella
para no olvidar. Aquí se rescata la historia de una mujer oprimida, violentada
de distintas maneras y que, tal como dice el nombre, se nos presenta como “la
niña de…” porque tristemente eso fue. Una de las tantas mujeres cosificadas en
nuestra historia, ignorada y que hoy regresa en este libro para mostrarnos la
miseria humana que existe de parte de distintos personajes opresores. Aquí se
muestra a Portales desde una faceta silenciada, que para muchos resulta
insoportable de escuchar o leer, porque no toleran que se desprestigie así a
ese que hasta hoy consideran todo un héroe. Y no olvidemos que, en la
actualidad, Portales sigue teniendo un espacio destacado, siendo un hombre
admirable para varios y que sigue teniendo tribuna en los libros de esa
historia impuesta que nos enseñan y en instituciones que llevan su nombre. ¿Y
qué pasó con Constanza Nordenflycht, la llamada “niña de Portales”? Solo diré
que no se trata de la primera ni de la última mujer que ha creído en el tan
nocivo amor romántico, ese que incluso en nuestros tiempos nos quiere hacer
creer que necesitamos y dependemos de un hombre que nos rescate y nos
dé la felicidad que no podemos vivir por nosotras mismas. Ese amor romántico
que, sin exagerar, nos puede terminar matando.
Ya casi terminando, vuelvo a
destacar la valentía que ha tenido Baradit al rescatar aquellos episodios de
los que hemos quedado ajenos como sociedad. Sé que puedo estar cayendo en mi
subjetividad de lectora, pero eso creo. Este autor se aventuró a entrar a un
terreno que, aunque a algunos les moleste leerlo, les pertenece solo a algunos
privilegiados. A esos que nos cuentan la historia que ellos quieren que sepamos
desde la imposición, donde los protagonistas son aquellos personajes heroicos a
los que hasta hoy se les rinden honores. Distintos historiadores e integrantes
de la clase conservadora de Chile se han ido en contra de Jorge Baradit porque,
claramente, se han sentido amenazados desde ese pedestal de privilegios del que
ya he hecho mención. ¿Por qué? Porque, aunque no lo digan explícitamente, lo
demuestran. A ellos no les conviene que se cuente esta Historia Secreta, pues
eso da lugar a que se genere una visión crítica en la sociedad chilena. Una
visión que a ellos los desmorona de a poco, al verse expuestos y cuestionados.
Al final, me queda expresar un
punto que me parece más que necesario: dentro de esta Historia Secreta hay
otros relatos y personajes que aún permanecen pendientes, creo yo. ¿Dónde están
aquellos grupos que durante años han estado y siguen estando invisibilizados y
menospreciados?, ¿qué ocurre con la opresión y las luchas que históricamente
han dado los y las indígenas, homosexuales y mujeres? Confieso que algo leí en
un diario nacional y, al parecer, el autor no ha quedado indiferente a esto. Es
más, se me hace inevitable no referirme a la temática de género en especial, al
hablar de historia. Sobre todo porque, tal como ya he dicho, la historia que
nos imponen desde la educación tradicional ha sido enfocada principalmente en
torno esos hombres blancos, heterosexuales y dominantes.
Ojalá que si, efectivamente, existe una tercera parte de Historia Secreta de Chile el autor se refiera a estos personajes marginados, pero que han tenido un valor que lamentablemente hoy se desconoce.
Ojalá que si, efectivamente, existe una tercera parte de Historia Secreta de Chile el autor se refiera a estos personajes marginados, pero que han tenido un valor que lamentablemente hoy se desconoce.
Me hubiese gustado escribir todo
esto mucho antes, a pesar de que esta segunda parte se estrenó este 2016. Sin
embargo, dicen que nunca es tarde, así que siempre va a ser tiempo para ser
parte de este conjunto de relatos que desde el poder han querido ocultarnos
como país. Y aunque los defensores de la historia tradicional e impuesta
griten, revienten y ataquen, ya es tarde. Existe una Historia Secreta de Chile
y este autor, a través de su narrativa, ha logrado masificarla y remecer a muchos
lectores (y sectores). Mientras tanto, no queda más que esperar a que esto se convierta en una trilogía. Estaré pendiente desde mi rol de
lectora.
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