sábado, 13 de agosto de 2016

Quiebres


Todo continúa normal en la ruleta de cada día. Todo, hasta que llega algo que provoca quiebres de esos que remueven una parte o el mismísimo "todo".
Hace varias semanas escribí en Facebook una declaración que, aunque me hizo sentir desnuda ante los lectores y lectoras, me sirvió para recibir cariño y apoyo. 
Más de una vez he dicho que las letras suelen ser lo que me saca a flote cada vez que me derrumbo y empiezo a ahogarme. Tal vez, suena cliché, sin brillo, pero es la realidad. Mi realidad. Entonces, si tantas veces ha sido así, si tantas veces he escrito para aliviar heridas, proteger mis cicatrices y atar y desatar lo necesario, ¿por qué no puedo hacerlo ahora?

Hace tiempo no voy a control médico, me hago cargo. He sido irresponsable en ese sentido, pero también hay pasos que debo dar yo y qué difícil ha resultado. Esa declaración a la que me refiero, esa que hice en Facebook para mi gente lectora, contenía una verdad de la que estuve renegando mucho tiempo. Hay una llamada "fobia" que me ha acompañado desde hace no sé cuánto tiempo y yo no había hecho reparos en ella. Para quienes no lo saben, tengo un problema y no sé cuánta gente pasará por esto. No tengo conocidos ni conocidas que tengan esta "fobia", a menos que tal como yo, lo oculten. Es el camino más cómodo, lamentablemente.

Soy profe algunos días y escritora que comparte sus historias. Nunca he sido la mujer más sociable del mundo. Acostumbro a resguardar mi corazón, pero también tengo mis torbellinos y cuando hay que hablar fuerte y decir una verdad, no lo pienso dos veces, incluso sin medir ciertas consecuencias. Es más, al no ser tan sociable caigo en un hermetismo extraño. No soy de andar de fiesta en fiesta ni de saludar a todos los que me rodean. Sin embargo, empecé a atar cabos y me di cuenta de que ciertas actitudes mías "no han sido muy normales". ¿Qué pasa? Le tengo un miedo inexplicable a los espacios concurridos, donde pueda llegar mucha gente y en el que yo pueda sentirme con una sensación de desamparo insoportable. Una inseguridad que no muestro cuando trabajo, pero que se expresa cuando estoy en mi esfera privada, cuando quiero ir a un evento cualquiera, por ejemplo, pero no me siento capaz por miedo. Cuando me invitan a participar a alguna actividad que altere mi tranquilidad, cuando empiezo a sentir ese miedo insoportable a no sé qué.

Cada vez que me enfrento a una situación como las mencionadas, se enfría mi espalda, se hace un nudo en mi garganta y empiezo con la maldita taquicardia. Me angustio al verme rodeada de tanta gente y esto muchas veces me ha impedido desarrollar ciertas actividades comunes de "una joven normal de mi edad".
En mi tierra natal nunca he tenido demasiadas amistades, pero el año pasado empecé a abrirme mi espacio. Entonces, empezaron mis sospechas. Recuerdo a un amigo que constantemente me invitaba a compartir alguna chela los viernes por la noche, algo tranquilo y nada fuera de lo común para cualquier otra persona. Yo, sin saber bien por qué, lo rechazaba de la mejor manera posible, tratando de escudarme con argumentillos que ni siquiera eran convincentes para mí. Tiempo más tarde, entendí que no era que yo no quisiera salir, que no quisiera verlo ni ver a cualquier persona importante para mí, que no era el cansancio de la semana. No era nada de lo anterior. Era el miedo, el miedo a tener miedo. Ahí estaba y está la raíz que aún no puedo arrancar por completo y con la que sigo peleando.

En mi Melipilla más de una vez se ha repetido esta historia. Así como ya lo he contado. (También me pasó anoche. Una compañera me invitó a un bonito evento, pero no pude. No porque no quisiera.) Sin embargo, he dado algunos pasos que me han hecho avanzar. Aunque digan que no es mucho, para mí han sido valiosos. A veces, he salido sola a algunos eventos donde he visto muchas personas. Sola, porque tengo que aprender a moverme así. Las veces que lo he hecho, he estado por lo menos la primera media hora paralizada, algo escondida, con los músculos tensos y frío en la espalda. Después, al ver que el ambiente es amigable y se acercan personas conocidas a saludarme, empiezo a aliviarme, a sentir el calor del lugar, vuelvo a respirar más profundo y la taquicardia empieza a retirarse... y todo mejora y hasta soy capaz de ir a buscar algo para comer o hacer un brindis. Y eso que es tan cotidiano e insignificante para muchos, para mí, son logros que he ido conquistando, pero aún me falta por hacer. Esto no ha terminado.

 En situaciones sociales de ese tipo, no siempre puedo andar dependiendo de alguien que me acompañe. Me acostumbré a escribir mi historia por mí misma, a construir, a conocerme, a vivir conmigo, con mis personajes, mis fantasmas, mis demonios, mis hadas. Y aunque disfruto mucho de la compañía de gente bonita, de esa gente que ilumina y apaña, no todo es tan sencillo. Sigo necesitando tiempo.

Lo que más duele de todo esto es cuando te das cuenta de que empiezas a alejar de ti a personas importantes, a quienes quieres mucho, pero que no entienden el motivo de ciertas distancias. ¿Y cómo podrían entenderlo, si ni siquiera yo estaba consciente de lo que empezó a pasarme? Por culpa de esta fobia (aunque no me gusta llamarle así, porque siento que se agrava mi situación) me he perdido varios momentos importantes. He perdido brindis compartidos, noches hermosamente alborotadas, locuras que pudieron ser y que ya no voy a recuperar. Desde el frío de las ideas y la razón, sé que está mal, que el tiempo pasa rápido como me dijo alguien a quien quiero mucho. Lo sé, pero esto es algo que se escapa de aquella razón y que aún me falta derrotar completamente.

Hace tiempo he estado visitando a una mujer chispeante, acertada y que escucha mis historias durante 45 minutos. No voy seguido a verla, ella me ha dicho que no es necesario, pero hago un reparo: le he contado de casi todo, pero este tema lo he dejado postergado, como si fuera algo secundario y no lo es. Ahora no, menos cuando me decidí a asumirlo y a invisibilizarlo.

No acostumbro a escribir de este tema tan delicado para mí. Es una de las formas más difíciles y desafiantes de desnudarme ante mis lectores, pero siempre las letras van a ser un camino. Es más. Incluso me han invitado a sesiones de meditación. Un amigo dice que me hará muy bien y que me esperará. Me lo dijo hace algunas semanas, cuando decidí escribir abiertamente sobre mi fobia. Esta vez, me autoexigí decir las cosas de frente. Ya le he dado muchas excusas de mierda a la gente de por qué hago o dejo de hacer. Le respondí la verdad: no sé si pueda enfrentarme a un grupo de gente extraña, haciendo algo que para mí es desconocido y no es parte de mi dominio. Sí, le dije la verdad y me entendió, no me juzgó. Así debo empezar a hacerlo, al parecer. El tema es que no creo que sea grato para alguien escuchar: "Me encantaría ir a tu carrete/panorama/junta cualquiera, pero cargo con un miedo que no sabría explicarte... y que no me deja ir, aunque quiera... y si voy, nadie me garantiza que no sentiré ese miedo."

 No es mi idea provocar lástima, en serio. Lo que sí quiero es que esto llegue a mis amistades lectoras, a quienes he rechazado invitaciones, a quienes han creído que me he alejado, a quienes quiero que sepan que sigo aquí. Por más arriesgado que resulte, quiero contarlo. Nunca se sabe si algún o alguna lectora está pasando o ha pasado por lo mismo. Yo comparto mi realidad para quien quiera leerla. Así, todo se va aclarando y la carga se comienza  a hacer cada vez menos pesada. 

Es un alivio y me da alegría saber que de a poco voy haciendo esto más visible. El reconocer o, más bien, el reconocerme me ha vuelto más fuerte, aunque no lo crean. Ya voy terminando este relato y siento algo que cuesta precisar. Aún quedan cartas por apostar, nuevas oportunidades para que la ruleta y yo vayamos al mismo ritmo. Necesito tiempo y saber que la raíz de este miedo desaparecerá de forma definitiva. Estoy dando lo mejor de mí para lograrlo, aunque sé que tampoco puedo 100% sola. Sí, necesito tiempo, pero sigo caminando. Eso es lo más importante.



(Esta fotografía no tiene relación con este escrito, pero la comparto porque es uno de los recuerdos de una tarde bonita)