martes, 19 de septiembre de 2017

La historia de "los sin historia": Sobre la tercera parte de "Historia Secreta de Chile"


Hace varias semanas que tenía estas palabras pendientes. Dicen que “más vale que nunca”, ¿no? A diferencia de mis anteriores lecturas de “Historia Secreta…” este año me tardé un poco más debido al torbellino simpático que originan el trabajo y el estudio. Como sea, mi lectura nunca se detuvo ni quedó olvidada. Imposible. ¿El libro a comentar esta vez? El tan esperado “Historia Secreta de Chile 3”.

Recuerdo que cuando escribí mi comentario sobre la segunda parte de esta trilogía, también en este espacio, expresé mi inquietud de querer leer sobre aquellos y aquellas que no son ni han sido visibilizados en nuestra historia nacional, por diferentes motivos. Agradezco que esto se haya visto reflejado en el tercer libro. Me quedo con una sensación distinta a la que viví con los dos anteriores y no es algo malo, sino todo lo contrario. Aquí se les da un espacio a esos luchadores, trabajadores y mujeres increíbles, inolvidables, que tanta falta hace reconocer en Chile.  En esta ocasión no pretendo hacer un “spoiler literario” ni tampoco detallar cada capítulo, pues la idea es que quienes no han llegado a este libro puedan hacerlo también.

No es primera vez que lo afirmo ni tampoco soy la primera en hacerlo, pero no está de más recordarlo: si hay algo claro y que algunos no soportan asumir es que la historia que nos han querido contar a nosotr@s como pueblo chileno es aquella que está narrada desde la mirada de los triunfadores, particularmente personificada en el hombre blanco, heterosexual y de situación económica acomodada. Una historia manipulada desde el privilegio y que pretende mantenermos lejos de los cuestionamientos y de esos/as grandes personajes que no se adaptan a la imagen que nos quieren entregar.

Ya al momento de comenzar a contar sobre algunos capítulos, Baradit da el puntapié inicial con un relato estremecedor titulado “La tragedia más grande de nuestra historia”, el cual cuenta sobre un episodio que yo, al menos, nunca leí en uno de esos libros de la historia “oficial” que nos enseñaron por tantos años. Se trata del incendio de la Iglesia de La Compañía, una desgracia de grandes proporciones y que, al igual que tantos hechos vividos en Chile, pareciera haber quedado silenciado hasta ahora. 8 de diciembre de 1863: se daba paso a la celebración de la Asunción de la Virgen y el fin del mes de María. La mayoría de las asistentes a la ceremonia fueron en gran parte mujeres de todas las clases sociales. Cabe destacar la reflexión que refleja una realidad clarísima: hoy ser mujer no es fácil, pero ha sido así desde siempre. Se hace hincapié en la influencia que la Iglesia tenía en las mujeres de esos tiempos, moviendo sus hilos e imponiendo la imagen de la Virgen como un ejemplo de virtud.  Asimismo, se menciona también que era el hombre quien otorgaba validez a la mujer, a través de su cruel sentido de pertenencia y dominio. Pensar que algunos en la actualidad aún lo creen así resulta ser estremecedor.

Por otra parte, un nuevo episodio nos cuenta sobre otra mujer de la que no se sabe demasiado tampoco. Recuerdo que hay un libro dedicado a ella y también en un canal chileno se hizo una teleserie rescatando su imagen. Sin embargo, queda claro que aun así, no conocemos su desenlace. Se trata de Carmen Marín, una joven que en determinada época (1857) causó más que revuelo debido a una “enfermedad”, la cual consistía en lo siguiente: resulta que el diablo se le había metido en el cuerpo y esto se manifestaba mediante crisis consideradas como posesiones. Curioso, ¿no? Fue ella, por lo tanto, quien enfrentó a dos fuerzas que incluso hasta nuestros días, increíblemente, parecen ser irreconciliables: las creencias religiosas v/s la ciencia. Yo, por lo menos, considero que ese partido disputado entre ambas ideas no ha terminado. Así, médicos y sacerdotes discutían sobre métodos de sanación para esta joven de origen y andar precarios, con toda una historia de abandono y violencia detrás. Asimismo, hay un diagnóstico que me quedó dando vueltas, con el que llegaron a evaluar a Carmen: “un simple caso de histeria”. Y es que pareciera que esa imagen de la mujer histérica es el calificativo más cómodo y atribuible, por el hecho de ser mujer y ya. Un capítulo que da para pensar y que encierra todo un misterio que solo en los últimos años se ha hecho un poco más presente.

Y ustedes, ¿sabían que en Isla de Pascua hubo una revolución dirigida por una vidente? Así se titula también uno de los relatos que más llamó mi atención desde un punto de vista trascendental: se muestra la imagen de una mujer isleña luchadora y toda una líder, María Angata, y la de todo un pueblo oprimido que carga toda una historia que debería ser más que conocida por quienes somos “los del continente”.
No deja de ser rescatable el hecho de que, en medio de una sociedad tan machista, María Angata haya sido la voz que lideró a una comunidad entera, a su gente.
Duele y sorprende a la vez, además, ver que en medio del relato, desde Perú llegaron inicialmente en un barco a invadir y a destruir la isla. Lo que vendría años después es algo que también retrata los abusos hacia los isleños e isleñas, quienes fueron víctimas de distintos tipos de maltratos durante tanto tiempo. Fue en medio de dicho panorama que, entonces, María se alzó y dirigió a su gente, llevando en esta revolución el imaginario polinésico y también, el cristiano. Dios le había hablado y, junto con eso, se venían otros tiempos de organización y liberación. ¿Y qué pasó después? Quienes ya han leído el libro lo saben y los /as que no, sabrán descubrirlo. Antes de concluir con la mención de estos hechos y de esta mujer, me siguen dando vuelta las tristes preguntas que de seguro, también se hicieron tantos en su momento. ¿Y qué pasó con el Estado Chileno?, ¿por qué postergaron tanto a Isla de Pascua y cómo fueron capaces de permitir aquellas vejaciones? Son solamente algunas de las interrogantes que me hacen afirmar que, a pesar del paso del tiempo y de la historia, Chile no ha valorado como corresponde a sus pueblos originarios y es sabido que con eso no me refiero únicamente a los Rapanui. Es más, entiendo que hasta hoy los isleños mantengan cierto aire de recelo frente a nosotros, “los del continente”.

Cambiando de capítulo, aquí viene uno de los más importantes para mí: “¿Quién era Gabriela Mistral?” Hablando desde lo personal, tengo que decir que desde niña la Gabriela ha tenido una gran importancia para mí. Conocí más de su vida y obra gracias a mi madrina Raquel (“Quelita”), quien fue una profesora increíble y gran lectora y que hace ya dos años que emprendió su vuelo al universo. Por eso, también, creo que este capítulo me conectó con algo más íntimo y sensible. Mientras lo leía, me sentía acompañada por mi  madrina. Estoy más que agradecida de Jorge Baradit al rescatar la imagen y el valor de una de las grandes de nuestra historia chilena tal como fue y es.
Es cierto que aquella “historia oficial” durante muchos años nos quiso mostrar una imagen inventada de nuestra Mistral. Eso era más cómodo para los que mueven los hilos poderosos, ¿verdad? Desde nuestra infancia nos quisieron hacer creer que la Gabriela era esa viejita de las rondas infantiles, esa que estaba regida por aquel sentimiento únicamente maternal y abnegado. Sin embargo, la realidad era otra y para el poder esta era verdaderamente incómoda. La Gabriela fue una de las grandes feministas de su época, luchó por la aún tan anhelada equidad de género, visibilizando la desigualdad e injusticia que históricamente hemos vivido las mujeres. Alzó su voz y sus letras a favor de una educación no solo para todos, sino también para todas. Junto con eso, reflejó la realidad e hizo suya la lucha y los dolores de los grupos más oprimidos y silenciados.
Coincido con las palabras del autor cuando plantea que la Gabriela era todo aquello que para Chile es detestable: una mujer de convicciones fuertes, feminista, lesbiana, luchadora, inteligente, de voz y letras rebeldes y de mirada crítica con respecto al poder. Si esto ya en nuestros días, lamentablemente, es molesto y espantoso para muchos, es cierto que en su época la situación era peor.
Si hay algo que es verdad es que este país fue muy ingrato y cruel con nuestra Gabriela, por eso este capítulo del libro viene a mostrar ese valor que todo el pueblo chileno debería saber reconocer. Afortunadamente, junto con este episodio también hay quienes desde sus roles en la actualidad buscan mantener vivo el legado de Gabriela y de rescatar su vida y obra tal como han sido, sin las artimañas poderosas que por tanto tiempo la mantuvieron oculta. Sé que hoy mi madrina estaría muy contenta y tengo claro que ella hubiese comentado conmigo este relato muy entusiasmada. Por eso y más, no puedo callar la importancia que para mí significa.

Sé que podría continuar comentando sobre más personajes y capítulos, pero esta vez quise destacar solo a algunos o, más específicamente, a algunas. Y es que tan difícil ha resultado leer a mujeres durante nuestra historia, que yo también me siento en la necesidad de darles un espacio aquí. Sin embargo, no me olvido de varios episodios que Baradit sabe rescatar también en este tercer libro de la llamada “Historia Secreta…” Entre las páginas de esta tercera parte, además podemos encontrarnos con varios personajes necesarios y que tienen mucho que contar, como es el caso de aquellos esclavos africanos que pelearon por la Independencia de Chile, desconocidos héroes antárticos y, junto a ellos, un relato que cierra mostrándonos y recordando que, aunque los grandes poderes quieran negarlo y desentenderse, Chile ha sido un verdadero cementerio de obreros.

Como Bonus Track: “El cráneo de Carrera” es otro capítulo que de seguro va a sorprender y no va a dejar indiferente a la gente lectora, en especial a la fanaticada carrerista. Lo dejo ahí.

Ya para finalizar, no puedo dejar de destacar a la canción con la que se introduce esta tercera parte de “Historia Secreta…”: la letra de “El baile de los que sobran” de Los Prisioneros. Un tema que me recuerda a los estudiantes que, por más que quise, como profe no pude salvar (porque, finalmente, tampoco soy una heroína, pero eso es otra cosa), canción que hasta hoy, nos guste o no, sigue retratando nuestra realidad nacional, al igual que la serie de narraciones y personajes que se pueden descubrir en esta nueva lectura.

Recuerdo que el mes pasado fui a la Librería Antártica del Costanera Center, una tarde que Jorge Baradit estaría firmando libros. No llevé los tres, sino solamente el último, pues no sabía si resistiría tanto tiempo entre tanta gente. (Para los lectores que no saben, sufro de una fobia que me impide estar mucho rato entre multitudes y espacios donde circulan muchas personas. Es algo que estoy tratando con una terapia y que, por suerte, estoy superando.) Finalmente, conocí al autor de esta inolvidable trilogía, a quien también destaco por su disposición para compartir con sus lectores y por el tiempo entregado. Cuando llegó mi turno, le dije que me sentía feliz de saber que mi viaje desde Melipilla hasta allá había valido la pena y, con eso, sosteniendo la emoción en la garganta le expresé: “Gracias por contar la historia de “los sin historia” “y ya, al final, le comenté que una vez leído el libro, escribiría sobre él en mi blog. Así lo hice, aunque haya tardado un poco más que con los anteriores. Y aunque ya la trilogía está conformada y los colores de la bandera nacional ocuparon cada portada de sus libros, sé que no soy la única que siente que siempre quedarán historias secretas para compartir y desafiar a esos que no soportan que las sepamos ni que toquemos la fragilidad de sus héroes pseudointachables.








sábado, 9 de septiembre de 2017

Hoy perdí, hoy no fui capaz...pero, ¿mañana?


Según algunos, ya es tarde, pero antes de dormir necesito dejar mis letras por aquí. Se suponía que la próxima vez que escribiera en mi blog lo haría para expresar mis impresiones sobre el libro buenísimo que por ahora estoy leyendo, pero no. La urgencia ahora me pide contar algo distinto, que no estaba en mis planes.
No puedo creer que a solo a un par de semanas de mi cumpleaños me haya pasado esto. En realidad, creo que eso no tiene nada que ver, pues al final lo que viví este sábado 9 se septiembre no fue por falta de madurez, sino por ese miedo irracional e insoportable que creí que ya no volvería a interrumpir mi vida.

Comencé mi día sábado como lo he hecho desde hace tres semanas: levantarme temprano para viajar a Santiago a estudiar lo que corresponde al diplomado que estuve esperando hacer por tanto tiempo. Finalmente, lo conseguí, pero a propósito, esta experiencia me ha dejado ciertos sentimientos encontrados con los que me cuesta pelear: me queda claro que la Romi profe es totalmente opuesta a la que hoy es la Romi estudiante. No he sido capaz de acercarme a ningun@ de mis compañer@s a entablar una conversación. Como dijo un jugador: "es increíble, pero no se me da". Curioso me resulta, considerando que como profe soy muy comunicativa y hasta he sacado mi lado más lúdico y humorístico. Como sea, después de todo, yo voy a estudiar y eso es lo principal. Lo demás es accesorio, pero igual lo noto. 

Después de una mañana intensa, me esperaba una tarde hermosa en la que aprendería mucho: había reservado un cupo para un taller de encuadernación. Para quienes no lo sabían, el año pasado la encuadernación me conquistó desde el primer taller en el que estuve y en el cual hice mi primera "libretica". Desde entonces, me propuse seguir aprendiendo y este sábado 9 sería una oportunidad perfecta, que se veía llena de colores y descubrimientos...pero no fui capaz.

Desde mi horario de salida del diplomado hasta la entrada del taller había un par de horas de diferencia. Llegué a Estación al Patio de Comidas, en busca de algo no muy dañino, pero no hubo caso. Apenas puse un pie ahí noté que algo andaba mal: mucha, bastante, demasiada gente. Resulta evidente, tratándose de la hora de almuerzo, pero eso lo entiendo ahora, ya en calma. Mucha, bastante, demasiada gente. No sé cuál fue la expresión de mi cara en ese instante, pero empecé a caminar, intentando encontrar un lugar vacío, pero todo estaba repleto. Esos momentos de búsqueda se me hicieron eterno hasta que no pude más. Bajé por la escalera mecánica, caminé y me senté en un lugar más distante, donde la multitud no llegaría. Descubrí que lo vivido hasta entonces había acabado conmigo, ya no tenía ganas de nada, solo de volver a mi casa y sentir que estaba segura en el abrazo de mi clan. A pesar de que mi hermanita me mandaba mensajes de ánimo por el celular y aunque yo me repetía una y otra vez que había asumido un compromiso para la tarde, que esto ya pasaría y que todo estaría bien, fue imposible. Las lágrimas empezaron a brotar y no pude detenerlas. Fui a un baño cercano y ahí me quedé unos minutos, llorando, al fin alejada de aquellos que por un momento me hicieron sentir sofocada hasta la desesperación. Finalmente, regresé y una vez en casa, volví a llorar. Peor aún, cuando mi hermanita me dijo que tenía que insistir con este tema en mi próxima sesión de terapia o incluso ver si mi situación requería medicación porque "no siempre basta con la voluntad", según comentó. Esto fue lo que más me atemorizó, lloré de rabia al verme y sentirme anulada, incapaz de hacerle frente a ese miedo maldito que una vez que se va, parece absurdo. Lloré porque recordé las palabras de mi psicóloga que una vez me dijo que "el miedo nos paraliza" y así ocurrió este sábado. Perdí. Luego de estas reflexiones, dormí durante varias horas sin saber nada del mundo.


Me cuesta entender esto, se me hace difícil ejercer el dominio sobre lo que sucede. "Lo que pasa es que tú estás hecha de control y la idea de perderlo ya te deja mal". Me lo dijeron también y lo acepto. Pasa que este miedo arrollador llega cuando le da real gana. Al final, creo que lo que más me atemoriza es ese "miedo a tener miedo", porque sé que con él se viene una serie de momentos que saben derrumbarme. Es extraño, porque no siempre las multitudes han generado en mí esa sensación amenazante que sofoca y altera. Por ejemplo, recuerdo que una vez conté en terapia lo siguiente: " Una vez fui sola a un concierto de Rata Blanca y aunque había mucha gente, no tuve ese miedo. Lo mismo me ha pasado cuando llega la Feria del Libro en Estación Mapocho. Hay un montón de gente, pero no me siento mal, porque tengo la sensación que uno tiene cuando está con los de su tribu." Entonces, ¿cómo explicarlo bien? A veces, esto llega. A veces, ni rastro. Cada vez que puedo caminar o ir a comprar sola a sectores más concurridos, lo tomo como un logro. Sin embargo, entiendo que no siempre habrá alguien para acompañarme físicamente y si comparo mi situación con el año pasado, estoy mejor, pero aún siento que me queda otro tramo intenso por avanzar.


Ayer, luego de terminar mi primera sesión de Aeroyoga, compartía mis impresiones con la profe. Le dije que solo logré desbloquearme y comenzar a moverme una vez que decidí no pensar en lo que estaba haciendo, sino que simplemente me propuse realizarlo sin darle más vuelta y así, resultó. ¿Acaso tendré que hacer lo mismo en mi vida cotidiana? De ser así, no resulta tan fácil.


¿Y ahora qué? Solo puedo contar que en medio del silencio de la madrugada, estando ya más tranquila y sin cargar ese miedo insoportable, no dejo de arrepentirme de la oportunidad que perdí al no asistir al taller de encuadernación. Sin embargo, arrepentirse es francamente inútil y, al mismo tiempo, creo que tampoco hice tan mal en volver a casa. A veces, no siempre se pueden forzar las cosas y, quizás, no fue tan malo escuchar a mis latidos alterados que pedían una pausa. En realidad, quiero quedarme con algo rescatable en medio de este desastre vivido. 


Se vienen semanas intensas y solo espero vivirlas feliz, sin escuchar a ese miedo que lo único que está haciendo es privarme de cosas que no sé si volverán. Creo que tendré que ser más rigurosa en este proceso, regresar a mi próximo control antes de lo que tenía previsto y, sobre todo, aferrarme a la compañía y al cariño de quienes me rodean y hacen el aguante, pero teniendo claro que tengo que saber reconocer mis propios pasos.