jueves, 12 de mayo de 2016

Que no se apague la radio - Segunda Parte

Y como dijo alguien por ahí: “¿Quién dijo que las segundas partes son malas? Algunas pueden ser peores.” No sé si eso se cumplirá con este escrito, exactamente. Decídelo tú, mi querido lector. Yo, por mi parte, no pensé que después de “Que no se apague la radio” vendría una segunda parte, pero aquí está. ¿El motivo? Si se quiere, siempre habrá uno.

Ahora, que estoy en pleno “Modo Pedro Lemebel” (Pronto les contaré por qué) pienso en que ojalá yo tuviera un poco de esa maestría que él sabía plasmar de manera única. Sí, ojalá pudiera escribir algo así como una crónica dedicada a Radio Alterna, justo a días de eso que llaman “el fin”. Bueno, este es el intento que hago.

El otro día, un amigo al que no veo hace tiempo me dijo que se encontraba muy afectado con el cierre de la radio. En medio de una semana que ha tenido de todo y de nada para mí, empecé a ver cómo muchos empezaron a mostrar la tristeza (incluso la rabia) al saber que la llamada radio del rock y la cultura tiene ya su fecha de… término.

Todo indica que ya queda poco y duele hasta escribirlo. ¿Y por qué lo escribo? Porque creo que es lo que tengo más próximo en estos momentos. Todo pareciera recordarlo, incluso aquellos detalles que no pasan piolita. Hoy estaba almorzando y, en medio de una música de fondo, la Alterna lanzaba un anuncio mencionando lo que viene el próximo domingo. Días antes, fue la publicidad: nunca pensé que mi lugar de trabajo saldría nombrado dentro de los comerciales de la radio, pero así se dio y se nota. ¡Es más! Los muchachos, a través de las redes sociales, están invitando constantemente a la gente a que escriba y comparta sus recuerdos en torno a la radio. Yo ya he hecho lo mío, pero siempre hay algo que puede quedar en el tintero.

La semana pasada, en medio de tanto comentario habido y por haber, me encontré con uno que me pareció un poquito… imbécil. ¡Con respeto! Como dijo el Mago, claro. Y cuando utilizo la palabra imbécil, lo hago “desde la raíz latina”, así que no lo tomemos como un insulto. (¿Suena creíble o no? ¡Ja!) El comentario en cuestión, aludía a que no era necesario reclamar, que para eso nosotros, los auditores, podemos ir directo a Youtube y listo: todo el rock que queramos. No, gente bonita, cero idea de trasfondo. No se trata de eso y cualquiera podría comprenderlo sin demasiada explicación, porque cada uno entiende la importancia de la radio desde su experiencia. Por ejemplo, en mi caso, no solo queda el valor de la música y de la compañía programática. El año pasado (no recuerdo el mes, exactamente) yo estaba comenzando a escribir mi tercera novela. Según la temática, me faltaba una de las protagonistas y me vi ante una inquietud que empezaba a desesperarme de a poquito.

Era de noche y comenzaba aquel programa: los locutores al aire y una invitada muy singular. Cuento corto: Ante un mensaje de saludo mío, la muchacha en cuestión se enojó, ya que yo al saludar “a los locutores” incluía a su pololo y eso no podía ser. Me insultó vía Whatsapp y me bloqueó. Sin embargo, lo que realmente me dolió fue una terrible falta ortográfica suya y que, a veces, por las noches, no me deja dormir. (En esta parte, lector, inserta toda tu ironía y la risa que quieras) Sí, insólito, pero ya ven. Horas más tarde, tras recibir explicaciones de quien no tendría por qué habérmelas dado, entendí todo. La chiquilla mencionada tenía ese qué sé “sho” patológico (quizás, no asumido) que le hacía falta a mi libro. ¡Ahí estaba! Lejos de asustarme, lo único que ella consiguió fue quedarse pegada en medio de los capítulos que hoy sigo narrando. ¡Ojo! Esto no lo hago como acusación, digamos que no es más que parte del anecdotario para coleccionar. ¿Cómo no voy a tener recuerdos notables? La radio me acompañó por años y, en el último tiempo, le dio una nueva luz y nuevos personajes a mi creatividad.

¿Y ahora qué? Por lo visto, manifestarse no se traduce más que a muestras de apoyo y cariño. Pareciera que como auditores no se puede hacer demasiado y qué ganas de equivocarme. Yo, por mi parte, escribo. Aunque suene súper coloriento (o adjetívenlo como quieran), escribo como quien no hace más que esperar su sentencia porque no tiene otra salida y sus cartas ya fueron apostadas. Y a pesar de todo, como tanta gente, siento que sería buenísimo creer que esta historia va a dar un giro de esos que dan sorpresas de esas que dan gusto encontrar. Por el momento, ¿qué más? Ojalá que, tal como lo dice el último anuncio radial, nos volvamos a encontrar. Esperemos que más temprano que tarde.

Como lo dije en un comienzo, no tengo la maestría que quisiera. Quizás, solo el gran Pedro podría darle cuerpo a un relato firme y como merecen, pero por intentos no me quedo.

¡Salud! (Ok, es jueves, pero si quieren, tómenlo como una forma de terminar esto)

P.D: Si la situación lo permite, quizás, incluso pueda escribir la tercera parte de “Que no se apague la radio”. Sería mi primera trilogía bloguera.



sábado, 7 de mayo de 2016

De "La chica literaria" y lo que pasó después

Fue hace algunas semanas ya. No recuerdo muy bien la hora, pero ahí lo encontré. No me saludó, no me preguntó cómo estaba ni se despidió. Solamente, me dejó un link en un mensaje de Whatsapp. Solo eso… y todo eso, al mismo tiempo.

Mi curiosidad es poderosa, así que le dije que vería de qué se trataba. Sin embargo, esa noche el sueño me dio un golpe bajo. Al menos, miré rápidamente qué era y, al día siguiente, cumplí mi promesa: en medio del silencio, comencé a ver la película que él me había mandado en ese enlace. ¿Su nombre? “La chica literaria”.

No pretendo hacer una reseña ni menos una crítica de lo que es esta película en sí. No es mi estilo. Simplemente, quiero compartir algunas apreciaciones, ciertas sensaciones que se quedaron en mí durante y después de aquella trama. Perdón si caigo en las divagaciones, trataré de no hacerlo, aunque, a veces, es inevitable.

Hace tiempo que no me perdía en el mundo del animé. Esta vez, dentro de todo lo que pasó, aproveché de retroceder a mis días más juveniles, más lejanos, en los que la creatividad y las letras aún no eran para mí “el camino que iba a elegir y en el que me quedaría”. Esta vez, esto se mezcló con el presente. Sensaciones extrañamente especiales.

Hace tiempo, ya lo dije. Hace tiempo no veía una película entrelazada a uno de mis más estremecedores, incondicionales y eternos amores: la literatura. La trama, desde un comienzo, gira en torno al joven Konoha y a Touko, la llamada “chica literaria” en medio de este relato. Ambos, avanzan unidos en medio de un lazo que se sostiene en un particular secreto, en distintas vivencias y en la literatura misma. Cada uno desde su rol, ya sea desde la lectura o la creación, se desenvuelven en medio de un espacio, evidentemente, no exento de conflictos. (Ya dije que no profundizaré en la historia, no es lo que busco. Quien vio la película, entenderá. Quien no, sabrá decidir si lo hace. En ese último caso, espero que la opción sea un “sí”)

Personalmente, creo que la historia sabe presentar muy bien el tema de la intertextualidad, haciendo constante referencia a obras literarias y a autores que influyen en las vidas de los personajes. Del mismo modo, bien se presenta ese límite entre lo intertextual y el plagio, arrojando a la trama a un antagónico que toma forma en una imagen femenina: el personaje de una escribidora. Sí, lo redacté bien: una “escribidora” que conoce bien el manejo de ciertas “malas artes” como la manipulación y que en el pasado tuvo una relación con el ya mencionado Konoha, el personaje que representa, principalmente, la voz creadora y el proceso que vivimos quienes nos dedicamos a trabajar con las letras.

“¿Por qué estoy escribiendo otra vez?” es una interrogante que no se presenta solamente en un único momento. Si tengo que hablar desde mí, también me pregunté lo mismo en más de una ocasión. Actualmente, creo que ya ni siquiera me lo pregunto, simplemente, libero las palabras. No importa cómo.

Es difícil declarar algo como esto, siento que, de pronto, voy a desnudarme de manera repentina ante ti, lector que llegaste hasta aquí. No sé si es eso lo que quieres, precisamente. Es verdad, ante el mundo, acostumbro a caminar con mi rol de mujer fuerte, inquebrantable e incluso “ruda” como me han llamado algunos. Sin embargo, hubo un momento en la película desde el que, inevitablemente, no pude dejar de llorar. Konoha declara ante su antiguo amor el motivo que lo llevó a darle vida a su primera novela. Yo, al mismo tiempo, me trasladé al pasado y recordé al amor más intenso y estremecedor de mi vida, ese que ya no está, pero que también, en su momento, me hizo escribir (en mi caso) mi segunda novela. Y aclaro (siento que necesito hacerlo) que no lloré porque lo ame o lo extrañe, pero sí asumo que es fuerte regresar al pasado y ver reflejadas las emociones y experiencias propias desde otra vereda. Sin embargo, luego de recordar a este tormentoso (des)amor, sentí la necesidad de darle a alguien en especial un abrazo cálido y apretado que todavía no consigo concretar, aunque no se trata de un acto imposible.

En fin, creo que “La chica literaria” es necesaria, sobre todo, para quienes nos dedicamos al intenso y constante trabajo de escribir. Desde lo íntimo, pude verme con las emociones compartidas entre los personajes de Touko y Konoha. Ella, desde su particular manera de relacionarse con los libros, junto a esa dosis de misterio (esencial en una “chica literaria”), búsqueda y determinación. Él, desde la mirada creadora, desde cierta culpa innecesaria y la creatividad creciente e imparable, a pesar de los golpes que dan ciertos hechos que no saben caer en la indiferencia.

Finalmente, esa tarde, después de llorar, pensar y querer abrazar sin poder hacerlo en ese instante, escribí en Twitter: “Cuando el animé y la literatura se juntan, la unión puede ser hermosa.” En este momento, sigo pensando lo mismo.







lunes, 2 de mayo de 2016

Que no se apague la radio

Y el día lunes comenzó… como día lunes. Suena pésimo escribirlo y, a la vez, replicar esa creencia, pero es la verdad. Amanecí con esa sensación extraña que indica que la jornada no será la más prometedora. No por pesimismo, sino por presentimientos.

Efectivamente, no fue el mejor día. No entraré en demasiados detalles, pero sí hay algo en lo que voy a detenerme. Como acostumbro a hacer casi todas las mañanas, me conecté con las redes sociales y encendí la radio. Ahí me enteré del asunto: el cierre de la Radio Alterna estaba anunciado. (#Corta, como posteó uno de los muchachos)

Con o sin anestesia, es sabido que para cada historia hay distintos finales, según lo que se vaya escribiendo (Otras, no tienen final) Lo sé, lo sabemos. Yo lo aprendí con los años que llevo narrando.
No sé qué tipo de escrito es este. Solo entiendo de sobra que no es un texto “estrictamente literario, con una estética de…” y todas las pavadas que suelen decir esos imbéciles que se juran críticos literarios. Simplemente, son palabras que reconocen un ciclo importante, una historia marcada por años de rock y ese sello especial que se quedó entre nosotros.

Recuerdo que desde niña crecí en un entorno rodeado de música y acompañada de lo que es la radio. Es más, un día surgió una idea que duró varios meses: yo tuve mi propio espacio radial. Me acuerdo de que grababa mi “programa” en cassettes (En este momento, mi carnet vuela por los aires), ponía canciones y les hablaba a mis “auditores” (que en ese entonces solo eran mis viejos) Les hablaba a esos receptores imaginarios, así como hoy les escribo a mis “lectores” (Bueno, siempre es bonito saber que alguien llega hasta estas letras)

Con los años, he escuchado a mucha gente de radio (como les llaman a estos especiales y queridos personajes) Incluso, uno de mis escritores amados, el gran Pedro Lemebel, tenía un programa llamado “Cancionero”, en el que leía sus crónicas y colocaba una variedad de música inolvidable. Más de una vez, llegué a preguntarme: “¿Cómo resultaría un programa así en una comuna como la nuestra, en la que todavía la literatura cojea?” La respuesta me llevó al desaliento, así que la dejé ahí. Eso es tema aparte.

Como sea, finalmente, (no recuerdo exactamente cuándo) llegué a la emisora que me regaló lo que no tuve en otras: la identificación, el sello, el rock y el espacio que hoy empieza a alejarse, como ya fue dicho.

No sé si estas son las mejores palabras, pero son las que siento ahora. Personalmente, la gratitud y un sabor agridulce (más agrio que dulce) se mezclan aquí. “Sentimientos encontrados”, les llaman. Yo les dejo a ustedes que le den el nombre que quieran.

Muchísimas gracias al bonito equipo de Radio Alterna. Gracias por la música, por lo que lograron en Melipilla (y mucho más allá también) y por acompañarme durante tantas jornadas, especialmente, en las noches y, durante el último tiempo, en las mañanas. Pude conocer casi todos los programas y me quedo con un buen recuerdo, al igual que tantos auditores más.
Quedo agradecida también por las veces que me ayudaron a difundir algún evento literario y hasta este blog. Tengo buena memoria, así que lo considero.

Gracias, y esto merece una mención especial, al programa que me dio el cetro, nombrándome como su “auditora N° 1” (¡Awwwww!), el cual también abandono, pero que queda en mi recuerdo. Me refiero a mi queridísimo programa “La Previa”. Gracias por subirme el ánimo en los tiempos en que aún estaba dando vueltas con un (des)amor que, finalmente, (y afortunadamente) hoy ya no es más que historia escrita y sepultada (Para quienes no saben, mi dramón de "amors“, incluso llegó a ser conocido por la gente que escuchaba el programa. ¡Hasta otros auditores(as) llegaron a enviarme mensajes de ánimo! ¡Jajaja! Sí, llegué a estar en una fase re decadente, pero se fue) Gracias por las risas, por los viajes musicales al pasado, por hacer que mis escritos de viernes por la noche se quedaran paralizados, a pesar de los intentos) Gracias por darle vida a más de un personaje de mi tercera novela. (No sé si debí adelantar esto, pero es lo que puedo decir por el momento)

Gracias, gente bonita de Radio Alterna. Y aunque el presente, tal vez, no lo diga… ¿quién sabe? Ojalá nos reencontremos en un próximo capítulo.

(Para finalizar, querid@ lector(a), y como corresponde a la ocasión, dé Play al tema rockero que más le guste.)