viernes, 14 de septiembre de 2018

Sobre septiembre y lo que va pasando (Parte 1)


" Si no lo escribo, no existe." Hace días me propuse regresar a este espacio y quiero cumplir mi palabra. "Cumplir, la palabra que más repites." Eso me diría la especialista... y no se equivoca.
De todos modos, esto de escribir no lo hago por cumplir, sino porque es uno de mis motores fundamentales. No importa bien qué, pero escribir. 
Ha sido una semana intensa, llena de reflexiones en este mes que siento tan propio, tan particular, como si estuviese mudando la piel, tal como la serpiente que me refleja desde el horóscopo chino. Desde el martes 11 que ando sensible. Es una fecha que a nivel nacional duele y seguirá doliendo, porque hay huellas que jamás podrían borrarse. 

Además, para mí el 11 también me remueve desde lo íntimo. Fue un 11 de septiembre del pasado 2017 que se reinauguró la biblioteca de la escuela donde mi mamá trabajó tantos años. Ahí, donde también mi madrina Raquel estuvo durante toda su trayectoria de profesora. Desde ese día, aquella biblioteca lleva su nombre. También recuerdo que fue esa tarde la única vez durante mi paso por el preuniversitario que pedí permiso. A fin de año, esa "inasistencia" fue una de las excusas baratas e insustanciales que la directora usó para justificarme la decisión de mi salida. Entonces, entendí que de nada sirvió todo lo que di en ese lugar, de nada, ser elegida la mejor profesora del año y ganar un reconocimiento por eso. Sin embargo, si me lo preguntan, hice lo que mi corazón dictó y volvería a hacerlo, si hiciera falta. Siempre mis amores van a estar primero y no iba a dejar pasar esa oportunidad de sentir otra vez a mi madrina en la que fue su escuela. Y aunque la siento presente todo el tiempo y sé que me acompaña desde su estrella, es imposible esto de dejar de extrañarla.

¿Qué más? Este reciente miércoles tuve control con la psiquiatra. Para mi sorpresa, me dijo que regresara en cinco meses más. ¿La razón? Mi tratamiento farmacológico va bien, estoy pasando por las reacciones esperables y estas van a seguir, pero todo bien ahí. Sin embargo, me dijo que no dejara mis sesiones paralelas con la psicóloga, ya que lo que ahora estoy pasando es cuestión de percepción, del pensar y el actuar y en ese plano ya se pasa a otra cosa. Entonces, ¿qué pasa? Mi constante necesidad de controlar TODO lo que me involucra. ¡Ey! Aclaro que este control no lo ejerzo sobre quienes me rodean, pero sí sobre mis acciones y lo que pueda influir en ellas, pero que no depende de mí. Por ejemplo, en el plano laboral. No es primera vez que me altera en demasía que me derrumben mis estructuras. Que un día como cualquiera, donde tengo mi hora no lectiva y puedo avanzar con mis labores, llegue algún compañero de trabajo y me diga que "vaya a compartir", ya sea por aniversario del lugar, Fiestas Patrias y qué más sé yo. ¿Quién les dijo que yo quería compartir? Si hay algo que para mí es ley es que "la pega es pega, la diversión es diversión". No quiere decir que no me guste ser profe, pero necesito que se respeten mis horarios, mi orden. Ver que me derrumban eso me deja mal y aunque desde la razón lo pueda entender, no puedo llevarlo a cabo. 

Es más, hoy me tocaba hacer la famosa "pagada de piso", al ser una de las nuevas integrantes del trabajo, pero como mi habilidad de serpiente siempre sale a flote, logré zafar y no estuve ni me esforcé por mostrarme interesada por el asunto. Para divertirme, reírme a carcajadas y ser yo en mi expresión máxima tengo otros espacios. Mucha gente me critica y cuestiona esto, partiendo por mi familia. Esto siempre nos lleva a discusión. Que por qué soy así, que soy poco sociable, que no comparto y que incluso esto me puede costar el puesto de trabajo. ¿El problema? Pareciera que todo eso no me importara y, en realidad, solo me importa hacer bien mi trabajo de profe, ser responsable y que sea eso lo que me defina en lugar de involucrarme en territorios que prefiero vetar. Apatía en un nivel que me sorprende. Junto con esto, le conté que además hice un trueque de emociones: cambié la pena por rabia, me volví más brava. "¿Y prefieres estar así a como estabas antes?" "Sí, lo prefiero. Además, mi carácter se ha hecho más fuerte". De todas maneras, es rescatable que ahora verbalizo más lo que siento. El tema es que tengo que aprender a regularlo y no abandonar el camino que comencé por voluntad propia. Mientras tanto, continúo narrando, sintiendo, mezclándome en la piel de mis personajes y andando. "¡Ahí vamos!" como diría el gran Cerati.


Canción de la jornada: "Toc - toc, abre la puerta. Toc - toc. Saca a tu loco a pasear..." (Macaco)






jueves, 6 de septiembre de 2018

Regreso


Es cierto. Mucho, muchísimo tiempo sin publicar algo en este espacio. Se trataba de un pendiente que tenía hace rato, que no me dejaba en paz, que me mantenía en un palpitar de alerta constante. 
"Ya rugiste" me dijo un trocito de sol porteño, cuando le repetí convencida que quería volver, que la rutina ya me estaba golpeando más de lo esperado al no permitir ese instante tan necesario para soltar las palabras. Y es que al ser mujer de palabra(s) aquí estoy nuevamente. Sin un tema demasiado concreto para escribir, pero presente en medio de todo lo que voy viviendo y haciendo narración.
Quiero contar tantas cosas que ya cuesta ordenar este caos. No importa, habrá tiempo para estos crucigramas, para estos girasoles y vendavales varios. Mientras tanto, puedo ver con qué comienzo. 
Han sido meses que jamás podría resumir en una sola publicación. He tenido que fortalecerme, adaptarme a un nuevo espacio laboral en el que no esperaba nada y hoy puedo decir que desde ahí ahora tengo tres mosqueteras increíbles que, tal como les anuncié, las convertiré en el próximo personaje femenino que faltaba en mi actual y tercera novela. 
He comprendido que hay lazos y espejos que solo están de paso y que, aunque duela, soltar puede llegar a ser todo un arte y un desafío. 
Hace tres meses empecé a escribir algo nuevo, paralelo a este blog y a mi tercer libro. Se trata de un diario que inicié a modo de registro y motivación en medio de mi reciente tratamiento farmacológico. Así es, ya no me avergüenza. Simplemente, soy parte de un porcentaje importante de personas que camina con el eco de la baja de serotonina y todos esos nombres de neurotransmisores que se vinieron abajo desde fines del año pasado. Eso, más el cansancio, el miedo, la ansiedad y la traición y ausencia de un pseudoamigo numérico, de risa ultrasónica y de andar corpulento. Suma y sigue. Por más que quise, tuve que buscar la ayuda que evité tanto. Y aquí estoy, me he vuelto más fuerte y sé que no es solo por las pastillas, sino que las experiencias y personas que me rodean han ido formando en mí a la mujer que hace tiempo quería ver en el espejo.
"Ya rugiste" me dijeron. Así lo siento también. Y es precisamente ese rugido el que impulsa mis ideas y que próximamente estará dando sorpresas. 
Tal como dice el maravilloso Abel Pintos: "No tengo que volver, si nunca me fui."

Mi abrazo de letras para quien llegue hasta aquí