martes, 1 de octubre de 2019

"Déjenme" y esa (in)explicable necesidad de narrarnos hoy en día


Canción sugerida para esta lectura (A modo de soundtrack, si quieren llamarle así): // "Déjenme" // (Álvaro Scaramelli)

Aún la semana no despega como corresponde y las noticias de la capital de esta larga, angosta y penosa faja de tierra nos cuentan que solo durante la tarde se ha sabido de dos suicidios en espacios públicos. Entre la ingesta de cianuro y aquella muerte en el metro, otra vez aparece la latente idea de cuestionar qué está pasando con la salud mental y de cómo en esta sociedad chilena le estamos haciendo el aguante a la vida cotidiana. 
Seguramente, por eso el taxista que hoy nos trajo hasta la casa escuchaba una radio en la que justo programaron aquella agobiante, pero tan real canción de Scaramelli "Déjenme". Si bien, la referencia musical no es precisamente actual, sí me lleva a relacionar la letra de la canción con estos hechos que al fin son pura desesperación que ya no dio para más. Es más, algo me pasa con ese tema: hay fragmentos que me recuerdan mis críticos períodos del ayer, cuando más de una vez me vi enfrentada a alguna crisis de pánico. No se lo doy a nadie... a menos que sea alguien muy chuchesumadre, pero eso no es tema aquí. Son recuerdos que, una vez que se activan, transportan a esos días por unos segundos y tragar saliva es la respuesta más próxima.
¿Y a qué viene todo esto? Necesito dejarlo en algún lado y sé que siempre las palabras estarán bien puestas aquí hasta que alguien llegue a ellas. 

Curiosamente, algo bien freak (o como quieran llamarle) me volvió a pasar hoy en medio del mundo virtual. De seguro, varios de mis queridos lectores y lectoras ya conocen mi página de Facebook, lugar creado para difundir mis letras y en el que actualmente también difundo y recibo encargos de ventas y envíos de "El carnaval de las esgrimas", mi segunda novela. Los mensajes que recibo internamente suelen ser para esto: encargar libros, expresarme sus sentimientos ante lo que escribo y sus vibras bonitas y benditas. Sin embargo, hoy después de mucho tiempo me escribió un hombre contándome sobre lo triste que se sentía. No es primera vez que alguien acude a un mensaje de este tipo para hacerlo llegar. Lo que me resulta algo singular es ¿por qué contarle de mi tristeza y pedirle ayuda a una escritora que se dedica a eso: escribir, precisamente? Además de leerlos, lamentablemente, no es mucho más lo que podría hacer. Y aun así, comprendo que es parte de cómo funcionan hoy las dinámicas de comunicación entre las personas. Y sí, existen muchas formas de compartir y canalizar esos pesares. Yo, al menos, hasta ahora nunca había pensado en escribir a un escritor(a) desconocido(a) para contarle algo así de personal. (Ahora, que esté rodeada de amores escritores es parte de mi trabajo y lo amo, pero ver ciertas cosas desde otro punto resulta también algo inquietante y que puede mover nuevas ideas también.) 

En fin, hace tiempo no lanzaba mis palabras al blog de manera tan rápida. La vida de profe, aunque no me ocupa toda la jornada, me tiene cansada a estas alturas del año, mientras que por otro lado, la creatividad y la escritura se ponen de acuerdo para empujarme a no rendirme y seguir esta ruta, la oficial y primera para mí. La vida sigue su trama, vienen nuevos capítulos de un libro nuevo también y, aunque vaya aparentemente despacio, ahí voy y ahí estoy. Esto de dejar el acontecer diario acá es inusual, pero necesario de vez en cuando.

Ya podré escribir algo más claro y con más tiempo, pero las palabras son palabras y ni ahí con reprimirlas. Si quieren salir, que salgan, corran y que lleguen lejos, si así lo quieren.





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