martes, 1 de marzo de 2016

Talón de Aquiles y el secreto que guardé sin querer

Creo que ya les he contado acerca de mi última locura, realmente involuntaria y onírica. Para quien no lo sepa, resumo: hace meses empecé a escribir mi tercera novela. Tres mujeres eran mis personajes principales, hasta que un día, apareció una cuarta: su nombre es Alejandra y, a diferencia de las otras mujeres, empezó a mostrarse de manera más frecuente en mis sueños, llegando incluso a convertirlos en pesadillas de esas que cuesta olvidar.

A primera vista, esto no debería ser novedad para mí, si más de una vez mis letras han sido guiadas por sueños premonitorios e intuiciones que incluso han llegado a sorprenderme. El asunto es que todo empezó a ir más lejos de lo esperado. Aún no le he preguntado a otros escritores si han vivido algo así, como lo que estoy pasando. Alejandra es un personaje de ficción, pero las pesadillas me fueron contando cosas nuevas. A Alejandra le gusta comer, tanto que hasta se ha comido el protagonismo de mis otras tres protagonistas. ¡Incluso se comió el protagonismo de la absorbente Eduarda, una de las que más tiempo requería a la hora de escribir! Como sea, Alejandra me ha contado algunas cosas que me han hecho escribir. Esta es la parte en la que recuerdo aquella canción de 31 minutos “Mi muñeca me habló, me dijo cosas que no puedo repetir, porque me habla solo a mí.” Estoy consciente de que al narrar esto mi imagen está quedando como la de una loca de mierda, pero necesito exorcizar todo lo que he pasado. Ahora, que han surgido más características de ella. Si la viera en la calle, la reconocería de inmediato.

Alejandra es de apariencia adorable, de rostro pálido y lleva unos anteojos que la hacen ver como una vieja con… perdón, quise decir, lleva unos anteojos que la avejentan y le quedan pésimo, aunque se trata de una mujer joven. Cualquiera que la viera jamás le encontraría nada extraño, yo si fuese hombre no la miraría ni le encontraría brillo, pero “siempre hay un roto para un descosido” o “a nadie le falta Dios”. Ok, no quiero sonar cruel ni desagradable, pero no es grato que una desconocida te invada de esa forma cuando quieres dormir en paz. Hay cosas que ella me ha dicho que puedo escribir aquí, otras que callaré.

Alejandra ha sabido manejar bien las piezas de este ajedrez que traspasó la ficción. Me ha contado en sueños que su cuerpo la acompleja, que va al gimnasio y pavadas algo triviales, comparadas con esa astucia que tiene. Suena increíble, como si nos conociéramos de hace tiempo, como si ambas supiéramos de nuestros “talones de Aquiles”mutuamente, pero no. Nunca he visto de frente a Alejandra, ella tampoco sabe de mí. No creo que ella me conozca por ser una “destacada escritora melipillana”, precisamente. ¡Jajaja! Vivimos en un lugar no tan grande, pero jamás hemos compartido nada.

Hace unas noches atrás, Alejandra me dijo algo que, para mi bronca y angustia, no puedo recordar. Solo sé que aquí hay un personaje (real) que tenemos en común. ¡Por fin aparecen más pistas! El problema es que no es suficiente. Ella, finalmente, cambió su rostro angelical por uno escalofriante y me preguntó burlona: “¿A quién crees que le va a creer él, Romina? ¿A ti o a mí?” Ella me contó un secreto, soy su cómplice y no sé bien de qué. Podría relajarme, aferrarme a la idea de que esto es una locura, pero con estos asuntos no me equivoco. Somos tres y qué ganas de decirle a ese tercero lo que he sentido durante estas últimas semanas, de contarle todo. Las cartas y las piezas se van acomodando y tengo sospechas que no puedo comprobar.

Anoche, cansada de mis pesadillas, decidí tomar a Alejandra y ponerla en los capítulos que le faltan y, así, dejar de escribirla, para que de una vez le dé el espacio que corresponde a los otros personajes de mi libro. Una canción de Bersuit se escuchaba de fondo y el resto de mis personajes, en medio de la soledad nocturna, salieron de sus munditos a acompañarme: Mariela, Doménika, Eduarda, Polo, Martina y Enrique. No, no estaba bajo los efectos de ninguna sustancia alucinógena. Lo que quiero decir, simplemente, es que después de todo, Alejandra también marcó la vida de ellos en este nuevo libro. Curiosamente, esta mañana desperté sin novedad: ella no apareció en una pesadilla de nuevo. Solo hay un pequeño gran “detalle” que me tiene inquieta, ya lo descubrí: un (no tan) muchacho debería saber algo importante, pero ni siquiera se lo imagina. Yo no puedo alertarlo ni quiero importunarlo. ¡Jamás me creería! Él ahora está feliz y prefiero que se quede con ese presente que tanto ama. Algo va a suceder, no sé si más tarde o más temprano. Alejandra lo sabe y yo también.

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