lunes, 11 de julio de 2016

Para ti, compañero coterráneo

Hace unas horas le comuniqué públicamente a mis amistades lectoras una importante decisión: después de mucho pensarlo, decidí volver a trabajar en torno a mi segunda novela, la cual terminé hace casi cuatro años, pero que, hasta hace poco, tenía pensado no publicar. ¿La razón principal? Esta novela estaba inspirada en un quiebre con el hombre que más me ha marcado en mi camino. (Ok, suena más patético que la cresta, pero es la verdad) Fue un proceso creativo bastante intenso, acompañado de desvelos, lágrimas y cansancio, pero logré darle un fin a ese relato, tras varios capítulos. 

No sé bien para qué escribo esto, si de seguro que la persona que más quiero que lea esto, no lo hará. Creo que al contar esto me estoy exponiendo, pero por ahora no encuentro otro modo de canalizar lo que se agita dentro de mí. Más de alguien me preguntó qué pasó con aquella relación, qué ocurrió con aquel compañero de vaivenes, noches y años. Sé que no debería contar esto, pero cuando tenía decidido que no volvería a sentir algo nuevo, apareció él, un personaje distinto y que jamás pensé que podría remover algo en mí. Ahora que lo pienso, tras meses de negación, entiendo que él fue la confirmación de que mi antiguo compañero ya no habitaba en mí.

Este nuevo personaje, increíblemente, es un coterráneo. Y digo increíblemente porque siempre mis amores han sido forasteros, más específicamente, santiaguinos. Hay sentimientos, emociones y pavadas varias del corazón que, aunque digan lo contrario, nosotros no podemos dirigir ni dominar. Aún recuerdo aquel balde de agua fría que él me lanzó al contarme una verdad inesperada y que hasta hoy me duele. De seguro él hasta hoy no imagina la pena que me causó aquella confesión. Aquella confesión desapercibida, que me fue omitida por un tiempo y que algo quebró en mí. Esa confesión que me hizo desistir de mi decisión de algún día armarme de valor y hablarle de mis renacientes, movedizos, pero reales sentimientos. De nada serviría, solamente para verme rechazada.

Cambio la voz del relato y esta vez me dirijo a ti, compañero coterráneo. En el fondo, aunque no quieras, sabes que a ti te escribo. Sé que es un riesgo escribirte desde mi espacio bloguero y , más aún, sabiendo que estas palabras podrán ser leídas por más lectores. A ti, compañero coterráneo, quisiera contarte tantas cosas, pero me queda claro que ya no quieres leerme ni escucharme. Veo que los años que nos separan se van notando en ti. Es más fácil quedarse en la zona de comodidad, conformarse con lo que hay, dejar que pase el tiempo y resignarse, renunciar a las nuevas y alucinantes sorpresas que regala la vida. Estancarse y negar las emociones, encerrarse, aunque el cuerpo y tu expresión muestren algo distinto a lo que es tu realidad.

Recuerdo aún tus ojitos luminosos, los lugares compartidos ajenos a la realidad de afuera, esa tan indeseable y que no importaba. Recuerdo la forma y el tacto de tus manos y me doy cuenta de la cursilería de mierda que estoy escribiendo, compañero coterráneo. ¿Pensaste alguna vez que serías motor y parte de mis letras y de mi creatividad?

Sé que el tiempo corre para ti y que muchas veces este se apura y te persigue, en medio de tus labores y qué sé yo. Sé que el tiempo ha sido y puede ser parte de tu lejanía, pero hay cuentos que ya no compro ni creo. A veces, solo bastan segundos para escribir, pero siento que hay algo más, algo que no sé bien cómo nombrar. 

Hay historias que no quiero repetir, no me siento capaz de soportar otra ruptura en mi corazón, aunque nuestra complicidad haya sido fugaz y... como quieras llamarla. Fuiste y has sido importante, quiero que nunca lo olvides, compañero coterráneo. Me encantaría decir que seguirás siéndolo, pero ya no depende de mí.
Sé que podría seguir escribiéndote, pero los monólogos también terminan agotando. ¿Debo concluir que ya no quieres saber nada de mí? ¿Podré saber algún día los motivos verdaderos? Ojalá algún día seas capaz de detenerte un ratito, tomar al menos un poquito de valor y decirme qué ha pasado durante este tiempo. Si hay algo que me cuesta soportar es la cobardía. Creo que te lo dije, cuando te contaba ingenuamente sobre ese antiguo amor y tú te esforzabas en subir mi ánimo. La diferencia es que tú te quedaste, mientras otros se espantaron ante aquel tormentoso relato de ese amor pasado. 

Ojalá la suerte me acompañara, como en la más arriesgada de las apuestas, y llegaras a leer esto. Ya no tengo nada más que perder. No quiero que pienses mal, no llegué a enamorarme porque perdí esa capacidad, así que esa promesa la he sabido cumplir conmigo misma. Simplemente, si pasas por aquí, quiero que te detengas y sepas que esto es para ti, compañero coterráneo. Tal como dije, sé que el tiempo, el trabajo y la rueda de tus días gira rápidamente. Jamás  estuvo ni estará en mis intenciones interrumpirte, pero recuerda que tienes mi cariño y un espacio en mi corazón. No voy a esperarte porque no quiero perder mi tiempo, aunque me gustaría que nuestras historias fueran distintas. Soy valiente para decir eso, aunque hoy no pueda decirlo de frente. Sí, soy valiente y sin querer dármelas de persona ejemplar, yo he aprendido a hacerme cargo de lo que siento y a enfrentarlo.

Compañero coterráneo, en nombre de la complicidad que alguna vez compartimos de distintas maneras, hoy quiero pedirte que te cuides mucho y que cuando el telón caiga y te enteres de la verdad (de aquella de la que yo no puedo protegerte, aunque quiera), yo voy a estar para abrazarte y cantarte con mi voz que se pone tímida al entonar una canción y que tú ya conoces. Voy a leerte o a escucharte, como quieras tú. No voy a darte la espalda, aunque tú (con o sin querer) lo estés haciendo conmigo actualmente.

Sé que no tendría por qué exponer de esta manera lo que siento en estos instantes, menos ante mis posibles lectores. Sé que podría escribirte, arriesgando que me borres de tu vida para siempre y sin explicación, tal como lo hicieron ya conmigo antes. Tal como un antiguo personaje lo hizo. La diferencia es que no quiero mirarte como un cobarde, quizás, como un temeroso. Sé también que a tu edad o a tu modo, quieras negar ciertas cosas y aferrarte a una amarra que a la legua se nota desgastada, apagada y que no ilumina tu mirada como yo la he visto. Tal vez, alguna vez lo hizo, pero se nota que hoy la trama es diferente. Tu trama, al menos. Como actor, eres grande en tu real trabajo. Mejor, sigue relatando historias.

¿Te cuento algo, compañero? En unas horas más comenzaré un curso del que aprenderé mucho y que espero me haga crecer más como mujer. Me encantaría contarte más, pero, quizás, pierda mi tiempo... y ya no merezco seguir perdiéndolo. Ojalá algún día te decidas y tú hagas lo mismo. Si algo he ido entendiendo es que la vida corre y hay que compartirla felizmente. Me hubiese gustado mucho haberla compartido más contigo, haber aceptado las invitaciones que te rechacé por mi agorafobia y que hoy creo que no recuperaré.

Si hay algo que espero desde mi corazón literario es que la ruleta de la vida nos vuelva a juntar para hablar muchas cosas, para saber de ti, para atar los cabos sueltos, para decirte lo que hoy no puedo, pero que aquí podrás leer de a poco. Quedan pendientes en nuestros caminos y, realmente, si llegas acá, ojalá no tomes a mal esto, pero no encuentro otro modo de sacar lo que hoy guarda mi garganta y no quiero llorar. Ojalá que los motivos que nos separaron o que, en realidad, te alejaron, se rompan y se revienten para reírme contigo. Ya no me quedan tu voz, tus palabras escritas ni tu presencia. Nada más que los recuerdos. ¿Tú te quedaste con algo mío?

El cansancio llega a mí y espero que si vuelvo a soñar contigo no sea para recibir advertencias ni para despertar angustiada por una pesadilla. "No quiero soñar mil veces las mismas cosas" como dice la canción. Me declaro impaciente, siempre quiero tener respuestas y no soporto la incertidumbre. Contigo me he visto obligada a contenerme, porque no quiero ahuyentarte. No quiero que los personajes que han sido parte de mi corazón se vuelvan a marchar sin decirme por qué. Y aunque mi antiguo compañero y tú tienen distintos lugares en mí, hay sensaciones que me suenan conocidas y eso me hace temer.

No voy a nombrarte, pero en el fondo, sabes que te hablo a ti, que estas letras son para ti, aunque ya no las merezcas. Ojalá no tuviera que escribirlas y ojalá que todo lo que escribí, que mis temores, que mis posibles opciones sobre tu distancia, que todo eso no fuese más que una pesadilla, una de mis tantas locuras literarias. 
Cuídate, compañero coterráneo, y no dejes que las ataduras de la edad y del paso del tiempo te detengan. Yo tengo la libertad de mis manos y la valentía. Cómo me gustaría transmitírtela y que te dieras los minutos necesarios para repensar ciertas situaciones. ¿Eres feliz, compañero? ¿Acaso podrías serlo más aún, si tan solo dieras el salto que yo di? ¿Me acompañarías? 
Tú sabes dónde y cómo encontrarme. No creo que sea necesario más. Yo ya he dado los pasos que he sentido, pero no puedo desgastarme más. Piénsalo, compañero coterráneo, y aunque no haya alcanzado a decírtelo de frente, te quiero, pastel de hojarasca. :)












No hay comentarios:

Publicar un comentario